Una de las características más sorprendentes de un campeón es su innata y automática capacidad de innovar. Algo que parece estar siempre asociado a la mente ganadora que le permite, sin proponérselo, crear un estilo propio e inconfundible de hacer las cosas. No se trata de inventar nada nuevo, sino de hacer lo de siempre de una manera personal y más efectiva.
Un campeón de tennis golpeaba con rosca hacia arriba de modo que la pelota cogía una parábola para pasar la red y luego caía de repente, tocaba el suelo dentro de la pista y tomaba un efecto envenenado que obligaba al adversario a golpear muy arriba y devolver con dificultad. Un campeón de las finanzas implementó en la India un sistema de microcrédito al que accedían personas sin trabajo que pasaban a ser autónomas para desarrollar un pequeño negocio muy local. Un campeón de la ecología desarrolló un método de transformar las terrazas y los tejados de las casas y edificios de la ciudad en terrenos verdes donde crecían flores y árboles.
La reinterpretación de viejos esquemas para un rendimiento nuevo es el valor añadido que proviene de la mente ganadora, de la mente generadora de nuevas sinergias, que marca su propio destino a la vez que ayuda al mundo a progresar. El valor añadido se instaura o se lanza entonces sobre el viejo océano de la rutina, y el conjunto adquiere de repente un sentido nuevo y es meollo de oportunidades y retos renovados. El ganador no ha cambiado nada: tan sólo lo ha mejorado.
A veces, y aunque parezca mentira, el valor añadido es negativo. Se trata en este caso de restar lo que ahora se hace aparecer como no bueno y presentarlo como una innovación: café sin cafeína, cerveza sin alcohol, galletas sin gluten... (este prodigioso invento del marketing moderno fue en su día extremamente innovador, cuando en algún brain-storming de la época alguien dijo: ¿por qué en lugar de buscar valores añadidos no buscamos valores suprimidos a los productos?) U otras innovaciones actuales, como adelgazar los envases de plástico del agua mineral para hacerlos arrugables y más fácilmente desechables, disminuyendo así costes y manteniendo el precio de venta a un público que lo compra más contento por tener un añadido ecológico.
La innovación era conocida antes como renovación pero, como se ve, hasta la palabra misma ha sido innovada. Por lo general se trata simplemente de meras aportaciones de nueva información. Contemplar viejas cosas bajo puntos de vista novedosos. Antiguamente, los renovadores lo conseguían preguntándose ¿qué pensaríamos de esto si fuéramos marcianos? Hoy día, la pregunta de los innovadores sería: ¿qué es lo que no hacen lo demás?
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