jueves, 25 de abril de 2013

LOS PATRONES DE LA MENTE






Hoy, mientras me afeitaba, he estado paseando por la zona del Canal Beagle que, partiendo de Ushuaia, llega hasta  la bahía de Lapataia, cerca de la frontera de Argentina con Chile. Después he volado por encima de la isla de Hornos, donde está el famoso cabo, y no he necesitado avioneta. La última vez hice este mismo paseo en la realidad física. Pero hoy lo he hecho todo con la imaginación, con una musiquilla de fondo que yo mismo me he inventado para amenizar el periplo mental.

¿Quién me estaba afeitando mientras tanto? Bueno, no sé, no recuerdo haber sido yo. Pero la verdad es que he terminado completamente afeitado, de la manera que a mí me gusta y sin corte ni incidencia de ninguna clase. ¿No es asombroso? Pues no. Como todos los días desde hace años, hay en mi cerebro una zona de habilidad afeitativa que se encarga de esta tarea. Es un pequeño(!) cúmulo de neuronas con las conexiones necesarias entre ellas para ocuparse eficazmente (gestionar todos los movimientos y utilizar los artículos necesarios) del afeitado de mi cara sin que mi mente esté allí.

Hay miles de estas zonas de habilidad adquirida en el cerebro para completar tareas específicas que pueden ponerse en modo automático si así se desea: montar en bicicleta, hablar inglés, cocinar una paella, abrocharse los zapatos, conducir un coche, recitar poemas, interpretar una radiografía...  Miles y miles de habilidades construídas como módulos neuronales que operan tanto si la mente se ocupa de ellas como si se ocupa de otra cosa o le da por quedarse en blanco. Por no hablar de las habilidades neuronales directamente inconscientes como las que mantienen los latidos del corazón, el parpadeo o avisan con el hambre y la sed y el sueño que hay que comer, beber, dormir...

Pero detengámonos en las habilidades adquiridas. ¿Quién las construye?  El pensamiento, auténtico mouse del cerebro, deposita cada día capas de voluntad visualizada que desarrollan neuronas que empiezan  a trabajar en un sentido concreto. Con la redundancia, las conexiones interneuronales específicas de este proyecto van multiplicándose, remultiplicándose, siempre conectadas entre ellas así como con el resto del sistema cerebral global. Todos los días pensando cómo nadar, escuchando instrucciones, nadando, volviendo a intentarlo, imaginando los movimientos, repitiendo el pensamiento, repitiendo la voluntad de hacerlo. Y finalmente un día ya se sabe nadar, y la zona neuronal sigue trabajando y cada vez se nada mejor, y se sigue entrenando la mente y el movimiento y el estilo y la forma física... y quién no sabía nadar hace un par de años hoy empieza a ganar competiciones de natación. La zona de habilidad específica se ha desarrollado con este uso y ahora funciona al cien por cien.

Cualquier proyecto que imagine la mente humana puede ser diseñado en la imaginación y luego implementado en el mundo real. Bastará un pensamiento definido y sostenido en el tiempo que irá creando la zona de habilidad cerebral que se ocupará de ello. Luego, un esfuerzo físico también sostenido deberá seguir si es que se quiere pasar este objetivo, de la mente, a la realidad física.





















jueves, 11 de abril de 2013

AMPLIANDO LA SUPERFICIE COGNITIVA DEL NIÑ@







Los cerebros preescolares son un globo hinchable todavía deshinchado. En la medida en que los educadores (básicamente los padres) seamos capaces de irlo hinchando progresivamente, la superficie irá aumentando y podrá albergar más emociones y más conocimiento. El periodo 0 a 5 años es crucial, casi definitivo, en este sentido. El cerebro preescolar deberá recibir mucho amor (seguridad), mucho cariño-caricias (confianza) y mucho juego (entrenamiento mental para la futura realidad).

Con esta base cognitiva establecida, el niñ@ será muy receptiv@ a nuevo saber, y no sólo aprenderá con facilidad, sino que habrá desarrollado un gusto por aprender. Es como un archivador vacío en el que vamos colocando nuevas carpetas, así que las posibilidades de guardar elementos informativos son mucho más extensas. Y cuanto más le enseñemos (juguemos), más conocimiento reclamará. Y entonces habrá que enseñarle a autoaprender, que será decirle: ahora cuéntame el cuento tú a mí.

Para los educadores es una experiencia fascinante y divertida. En un sencillo pero inteligente libro titulado Juegos para hacer pensar a niños de 1 a 3 años, la educadora americana Jackie Silberg presenta una serie de actividades elementales para estimular el desarrollo mental de los más pequeños, con una preciosa dedicatoria que dice: "Este libro está dedicado a la capacidad de maravillarse y disfrutar de la vida que tienen los peques" Los juegos están clasificados por orden de edades. Por ejemplo, de 18 a 21 meses, algunos de los juegos propuestos son:

Muecas en el espejo
El gato y el ratón
Arriba y abajo
Cambiar la voz
El amigo imaginario
Palabras y más palabras
Quiero mucho a una persona
Hablemos y cantemos
Salta y brinca
Los animales hablan
¿Dónde estoy ahora?
El escondite inglés

El cerebro crece a una velocidad extraordinaria los primeros años de la vida humana: es un momento excepcional que hay que aprovechar porque no volverá a repetirse en la vida. Y en efecto: ¿dónde invertir mejor que en la educación de los niños que son el futuro más inmediato? Sólo hay que fijarse en que los países que destinan más recursos a la educación son los más avanzados del mundo. Las experiencias de la primera infancia tienen un impacto definitivo en el cerebro, determinado por unas conexiones neuronales originales sobre las que se irán construyendo las sucesivas que posteriormente arraigarán sobre aquellas. Todo se aprende jugando.

Juegos envueltos en la magia del amor y las caricias. Será la base cognitiva sobre la que edificar una personalidad  de sensibilidad y conocimiento del ciudadan@ futuro, si es que creemos que la construcción de una sociedad culta, amable y solidaria todavía es posible.