lunes, 30 de enero de 2012

CAMPEONES DE OTROS TIEMPOS



LA TIERRA DE HOTU MATUA
Un hombre anciano llamado Juan Cruz Nuku Vavara me refirió un día en la Isla de Pascua que había conocido gente de tribus antiguas que tenían los ojos muy claros y la tez blanca y el pelo rubio. Por eso los Moai tenían entonces los ojos nacarados (igual que la antigua cultura Mochima pre-incaica del Perú). Así lo dijo él:

                                " Te anata o te mata o te nohona-tuai tanata ritorito
                                  puoko tea; ina he tanata uriuri "
                               

Durante centurias, los habitantes de la tan aislada Rapa-Nui o Te Pito Te Henua creyeron que vivían en un mundo de agua cuya única tierra era su isla (nada raro: actualmente nosotros también creemos que vivimos en un planeta único de un universo único), pero su cultura endogámica sin conexiones exteriores mostraba  asimismo todas las peculiaridades de tantas otras culturas de la Tierra y parecía en tantas cosas conectada globalmente a unos mismos sistemas de pensar, de crear rivalidades lúdicas, de confirmar jóvenes, de ritualizar la vida, de adorar dioses, de admirar campeones. Era famosa la carrera anual que coronaba al Tagata Manu (hombre-pájaro). Desde el poblado de Orongo, en la cumbre del volcán Rano Kau, los jóvenes participantes descendían por un acantilado de trescientos metros de altura, se lanzaban al mar, nadaban hasta el islote de Motu Iti ( a unas dos millas de distancia) donde tenían que encontrar uno de los primeros huevos puestos por las gaviotas esa primavera, colocarlo en una pequeña cesta que llevaban atada a la cabeza, nadar de regreso, escalar el acantilado y entregar el huevo intacto al gran jefe de la tribu, descendiente directo del legendario Ariki Hotu Matua. El ganador era designado Hombre-Pájaro por todo el año (con privilegios similares a los de Gran Jefe). Para los demás jóvenes (especialmente los que participaban por primera vez) el ritual simplemente los consagraba o confirmaba como "hombres". Al día siguiente se celebraba al aire libre una gran comilona con participación de toda la tribu en la que se coronaba oficialmente al ganador. A veces, los campeones muy famosos o heroicos quedaban inmortalizados en forma de Moai.





LA TIERRA DE MARC FERRER
Ésta es la Isla de Formentera. Está situada en el archipiélago Balear, a aproximadamente quince mil quilómetros de la Isla de Pascua es decir, al otro lado del mundo. En tardes de verano caldeadas por un sol africano, bajo la sonsonia del canto de las cigarras, el viejo Xumeu Mayans cantaba a veces algunas de sus trobas ancestrales:

                                                          Tenc mig porc i un cabridet;
                                                          tenc es pí, s'espargol.lera,
                                                          una lloca i un pollet:
                                                          som l'amo de Formentera

En estos acantilados verticales de La Mola se celebraba desde siglos una competición que servía también para certificar el paso de muchacho a hombre, que era extrañamente similar a la de aquella remota isla del Pacífico: Sa Virotada. El Virot es una clase de gaviota grande, salvaje y agresiva que vive en acantilados inaccesibles y se cobija en las anfractuosidades de la roca; cuevas relativamente pequeñas a menudo con base de arena, que les sirven de refugio y de nido. La cuestión se reducía a capturar unas cuantas. De día resultan inalcanzables porque siempre vuelan en busca de pescado. Durante la noche en cambio suelen permanecer en sus agujeros, aturdidas por el sueño y la oscuridad. Había pues que descender por acantilado en plena noche (mejor con luna), deslizándose en rapel por una cuerda atada a una peña al borde del abismo, con un saco de arpillera colgado a la espalda. Buscar los nidos orientándose por adormilados graznidos. Una vez localizados, y agarrándose a la cuerda con la mano izquierda, había que meter la mano derecha dentro de la cueva, agarrar al primer ejemplar que se tocara y sacarlo hacia a fuera. Es evidente que el Virot ofrecía toda la resistencia que imaginarse pueda: picotazos monstruosos de un pico largo y afilado; arañazos de garras terribles; graznidos y gritos horripilantes acompañados del aletear del pánico... Suspendido precariamente sobre el mar a cien metros de altura, con una mano inutilizada en la cuerda (caerse era muerte segura), sólo existía una forma humana de matarlo para poder meterlo en el saco: un mordisco feroz, una dentellada mortal en la cabeza misma del animal. El campeón (por el mayor número de ejemplares) era instituído como fadrí mejor virotador del año. Si eran novatos quedaban confirmados por el sólo hecho de haber capturado un virot, lo cual admitía tácitamente permiso social a cortejar fadrines. Los sucesivos campeones eran inmortalizados en el imaginario popular con un mote o nombre de guerra de todos conocido.

Esta costumbre se mantuvo intacta hasta bien entrada la segunda mitad del siglo pasado. Pepe Tur, fundador y factótum de la Fonda Pepe de Sant Ferran en 1953  (junto con su mujer Catalina), me había contado algunas aventuras viroteras vividas por él y sus compadres durante su juventud. Recuerdo especialmente divertida la siguiente, contada por él de primera mano en el muro de la Fonda, una cálida noche de Septiembre:

"Lo más interesante era la fiesta que se celebraba para comer los virots capturados. Un día, en Sant Ferran de Ses Roques se había reunido lo mejorcito de la isla. Habían dispuesto una gran mesa en forma de u en la esplanada de Ca na Maria Castelló. Cerca, en grandes cazuelas, se cocían los virots en auténtica xamfaina local. El vino resultó abundante y famoso. La fiesta se prolongó toda la tarde hasta que, bajo los efectos del mosto payés, los virotaires se mostraron menos remisos a contar sus aventuras. De uno en uno cada participante narró las aventuras cada vez que alguien, después de pensarlo mucho, hiciera la pregunta mágica: y tú, fulano, ¿cuántos has agarrado? Y una consternación se apoderó de la audiencia cuando Xicu Mateu de Ca na Pepa d'es Bartolo, el más experimentado campeón cazador de virots de todos los tiempos, después de unos instantes de reflexión, contestó a la pregunta como sigue:
-Yo no he agarrado ninguno.
Se hizo un silencio largo y profundo, hasta que alguien atrevido, preguntó:
-Y, ¿por qué?
-Idò -respondió Xicu-. Porque olvidé la dentadura en casa."


                                                         



domingo, 29 de enero de 2012

PAS DE QUATRE



Si el ajedrez puede utilizarse como una gimnasia para desarrollar capacidades cognitivas, el ballet puede usarse para desarrollar sensibilidades cognitivas. No olvidemos que la inteligencia humana es emocional, y la sensibilidad es uno de los mecanismos de la mente que permite hilar fino a la hora de diseñar y actuar en la resolución de objetivos, y también para disfrutar de la vida: tener acceso a un universo más sublime donde la mente pueda alcanzar sus máximos deleites.

Aunque los cerebros masculino y femenino son idénticos, no así son sus sensibilidades, condicionadas por la testosterona o los estrógenos. La testosterona, que resulta fenomenal para procrear, enfrentar retos, luchar, practicar deportes extremos y conquistar territorios físicos, acostumbra a ser una gran molestia para alcanzar este tipo de sensibilidades innatas en el género femenino. Habrá que trabajar para acceder a ellas. Soy partidario de educar igualmente a niños y niñas en la sensibilidad, y la música en general y el ballet en particular me parecen instrumentos mágníficos para conseguirlo. Las niñas desarrollarán lo que en ellas es consustancial, y los niños podrán irse aproximando a ciertos niveles de sensibilidad femeninos. Hay que hacerles comprender que no por ello van a ser menos niños, sino que su personalidad va a verse enriquecida con esta nueva capacidad. Porque esta nueva capacidad va a ser su arma secreta de futuro campeón de la vida.


SUGERENCIA:
delicioso Pas de Quatre del ballet El Lago de los Cisnes, Acto II, "Cignet's Dance"
ABT's Production with Gillian Murphy & Angel Corella

www.youtube.com/watch?v=vbY_FlyXPFg

lunes, 16 de enero de 2012

MÚSICA PARA UNA TARDE LLUVIOSA



El compositor francés Claude Debussy (1862-1918) creó con su música efectos similares a los de los pintores impresionistas con su pintura. Desarrolló nuevas escalas y nuevas formas de escritura para orquesta, en una especie de "baños o bloques de sonoridad" en lugar de las clásicas melodías o contrapuntos. De hecho, sentó unas bases que luego sirvieron de inspiración y fueron utilizadas por los compositores posteriores, ya que sus innovaciones resultaron muy estimulantes. Fue el padre del modernismo musical. Su música es evasiva: algo así como pinceladas que no describen objetivamente sino que inducen matices y suenan como improvisadas.

Sugerencias de audición:

CLAIRE DE LUNE  (de la suite Bergamasque de 1895): la transparente blancura de la luz de la luna, primero inmóvil, luego ondulada por el paso de las nubes.

LA CATHÉDRAL ENGLOUTIE (Préludes, libro I)  Se trata de una campana que tañe dentro del agua en la catedral sumergida.

REFLETS DANS L'EAU (de Images)

PRÉLUDES À L'APRÈS-MIDI D'UN FAUNE (1894) Impresiones orquestales acerca de las ensoñaciones de un adolescente una tarde de verano

ESTAMPES (1903) Tercer movimiento:  JARDINS SOUS LA PLUIE







Sus obras están minuciosamente escritas, y las composiciones tienen la exactitud y la sincronía de la relojería suiza. Quizá no resulte fácilmente asimilable a la primera audición (a menos que se sea profesional de la música o melómano experimentado), pero a cada nueva audición se van descubriendo soberbios detalles que impresionan y emocionan.




links: 

www.lastfm.es/music/Claude+Debussy
www.biografiasyvidas.com/biografia/d/debussy.htm

sábado, 14 de enero de 2012

LA NOBLEZA DE LOS OFICIOS





El humorista Eugenio explicaba un chiste que era más o menos así:

Un hombre llama al interfono de una casa de pisos a las tres de la madrugada:
-¿Sí? -contesta una voz malhumorada.
-La nieve ha llegado esta noche a Chamonix -dice el hombre en el interfono.
-El espía vive en el 5º, gilipollas -grita el vecino.

Este pequeño monumento a la chapucería ilustra a la perfección por qué la mayoría de las cosas funcionan  mal en nuestras sociedades modernas. La profesionalidad no es nada que pueda improvisarse. Hay que estudiarla, hay que aprenderla, hay que practicarla, hay que vivirla. Hay que serla. Y también hay que aprender a tener un grado de dedicación y amor a lo que se hace digno de un profesional. De hecho, antes se pensaba que era imposible ser un buen profesional haciendo algo por lo que no se tuviera auténtica vocación.

 Con la gran diversificación primero y la general falta de trabajo después, ya no queda tan claro. Y sin embargo la profesión, en las sociedades donde existe una cultura del trabajo, ha sido desde siempre una verdadera prolongación de la identidad de la persona. Todavía hoy, en los países escandinavos, se conserva la antigua costumbre de encabezar una carta o escrito formal con el título profesional y luego el nombre de la persona: Sr. arquitecto J. Jensen o Sra. periodista U. Anderson. Y, que yo sepa, nunca nadie se da de menos de su profesión, por humilde que ésta sea, puesto que existe una conciencia aprendida en la escuela de que todas las profesiones u oficios son necesarios para que una sociedad funcione. Un día vi una carta dirigida al "Sr.entrenador de jinetes E.Rasmussen". Curioso, ¿verdad? Pues es que ésa era de siempre su profesión y así él lo comunicaba, orgullosamente.

Hace años existía una palabra estupenda para designar estas mecánicas: oficio. Hoy día, un oficio se interpreta como un trabajo manual artesano, dejando en general el concepto "profesión" para labores menos manuales como informátic@, médic@ o economista. Personalmente encuentro más exacto "oficiar" una actividad  que "profesarla", porque puede haber en la vida muchas cosas que se profesan pero no se ofician. Pero ya veo que es hilar demasiado fino. Además, como actualmente la gente cambia mucho de ocupación y estos trabajos no coinciden para nada con una supuesta profesión, han ido aflorando eufemismos como por ejemplo ¿cuál es su actividad laboral? o ¿de qué trabajas? Probablemente en nuestras sociedades actuales tan tambaleantes tengamos que conformarnos con simplemente respetar como profesional a quien cuida y vigila  todos los detalles de su trabajo; a quien tiene somatizados los entresijos de su actividad y ha desarrollado una vocación de servicio a la colectividad, lo que no es poco. Pero, ¿conoce usted mucha gente así?

Una vez, en el downtown de San Diego, California, me encontraba hurgando entre las prendas de montaña de una gran tienda de deportes. Un dependiente se me acercó y, amablemente, me preguntó si podía ayudarme. Le dije que sólo estaba mirando. Claro, dijo. Si me necesita estaré allí. Señaló. (me gustó esto: nada de presión pero dispuesto para la acción) Al rato encontré una preciosa chaqueta tres cuartos de las de "leñador de bosque", típicamente americana aunque nada chillona. Me la probé y me venía pequeña. Miré en dirección al vendedor y allí estaba él poniéndose en marcha. Necesitaría una talla más, le dije, ¿la tiene?
La tendré mañana por la mañana. No puedo pasar mañana. Se la llevaré a su hotel. Estaré en al aeropuerto, me voy a las dos. Se la llevaré al aeropuerto (el aeropuerto de San Diego está muy cerca del centro de la ciudad)  Así quedamos. Al día siguiente allí estaba él, en el aeropuerto, con la chaqueta. Me venía bien. Usted debe ser el dueño de la tienda, ¿verdad? -pregunté. No, soy sólo un vendedor que trata de hacer bien el trabajo por el que me pagan. Bien, si algún día monto una empresa me gustaría tener un empleado como usted, le dije, admirado. Ésta es mi tarjeta, -repondió. Hágame una oferta si llega el caso. Gracias.

La presencia de un auténtico profesional me emociona, porque veo en él/ella como sería la sociedad si todos, independientemente de la actividad, trabajáramos a este nivel. Lo que suele ocurrir hoy en día es justamente lo contrario (les dejo que adivinen en qué país sucede lo que sigue):

-Buenos días
-(silencio)
-Estoy buscando una batería para esta cámara de vídeo. Es de las de cinta; tiene unos diez años pero funciona bien. Con una batería nueva seguro que seguiría funcionando muy bien.
-No tenemos baterías para cámaras tan antiguas.
-¿Y usted sabe dónde podría encontrar una?
-No, no creo que la encuentre. (sonrisita sardónica) Todo este tipo de material está obsoleto y  descatalogado. Ya nadie usa cámaras así.
-Porque... comprar una cámara nueva de estas digitales que tienen ahí...¿son muy caras?
-De menos de 300 euros no se las recomiendo...
-Bueno pues...no sé. Ya me lo pensaré. Disculpe la molestia.
-No es molestia (sonrisita sardónica)
-Pues lo parece (muevo la cabeza)

Después de este último comentario mío la vendedora pone cara de "qué tío más raro" y yo me largo de la moderna tienda intentando sacudirme mentalmente la polvareda negativa que me han echado encima. Está claro que esta vendedora es muy poco profesional, pero aún más lo es su jefe, que es quien debería haberla instruído sobre qué se espera de ella en este puesto de trabajo. Pienso también que hay gente que tiene merecida la crisis.

Una mente profesional ha de educarse, y es la base para la construcción de un futuro próspero tanto a nivel individual como colectivo. No entender esto es derrumbar las oportunidades antes de que se presenten, gastar energías del  tiempo productivo en deshacer mal funcionamientos, ser atendido por personas equivocadas... y, sobretodo, no haber aprendido a asumir compromisos y responsabilidades, que son la base del funcionamiento de los mecanismos del progreso social. La nobleza de los oficios viene dada por los destinatarios de esa profesionalidad:  los alumnos, los clientes, los pacientes que, poniéndose en manos de un@ noble profesional sienten la inmensa tranquilidad de ver su necesidad satisfecha, de ver sus inquietudes desaparecer, de ver solución silenciosa a aquello que, por sí mismos, no podían ni les competía resolver.




CITAS:

La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia. (John Ruskin, escritor británico del siglo XIX)

La propaganda desvirtúa el producto que, vendido a voces, pierde el silencio de su calidad (Juan Benet, escritor español del siglo XX)











lunes, 9 de enero de 2012

ENTROPÍAS

LA ENTROPÍA DEL UNIVERSO TIENDE
A INCREMENTARSE EN EL TIEMPO






Parece que la sujeción al tiempo que experimenta nuestro mundo material percute en una evolución que va del puro orden al puro desorden y es conocida como entropía. En efecto, nada material escapa a este destino unidireccional que hace que el bistec que nos comemos se descomponga en nuestro organismo en forma de elementos bioenergéticos asimilados (o eliminados), sin que ya jamás estos componentes puedan volver hacia atrás para formar el antiguo bistec que nos comimos. O que un jarrón de porcelana caiga al suelo y se rompa en mil pedazos sin que jamás éstos pedazos vuelvan a la mesa y recompongan el jarrón otra vez. Es la flecha del tiempo, el sentido en el que van las cosas sin que nadie sepa todavía por qué. Si usted no limpia su casa; si usted no se lava ni se corta el pelo; ni lava su ropa ni arregla su jardín ni repara ni sustituye ni restaura nada, al cabo de un año usted estará infeccios@, su casa repugnante e insalubre, llena de desechos, de insectos, de roedores; al cabo de veinte años será una ruina maloliente y usted será un esqueleto, y al cabo de cincuenta años todo habrá desaparecido. ¿Qué ha producido esta destrucción? La entropía. Una especie de fuerza del mal que hace que todo se desordene.


Es enternecedor constatar como el ser humano se afana perpetuamente en contrarestar en lo posible esta evolutiva dramática e inexorable que no puede detener (aunque sí combatir y retrasar) porque es propia del nivel más denso de la existencia: un nivel inmerso en la cáscara del espacio-tiempo. Inasequible al desaliento, ciego voluntario del final anunciado, el humano irá construyendo cosas como habitáculos confortables y entornos agradables que limpiará y ordenará constantemente. Transformará áreas selváticas en bosques limpios y civilizados, ordenando paisajes, cultivando jardines y huertos.  Reordenará la materia para formar objetos útiles y productivos, decorativos y benéficos tales que libros, bicicletas u ordenadores; desarrollará una ciencia médica que cure males y retrase la aparición y evolución de enfermedades y , en general, repare el cuerpo de sus progresivos achaques aún sabiendo que nada de esto va ser definitivo puesto que, más pronto o más tarde, al final siempre aguardará la misma destrucción. Pero hay vida mientras dura el combate y, aún más, el ser humano es el único animal que desde pequeñ@ es consciente de que habrá una muerte. Y, a pesar de ello, la lucha con la entropía continúa hasta el último minuto de su existencia en la seguridad que los que le suceden seguirán luchando.

Parece que el destino de los humanos consiste en descomponerse individualmente viajando por el espacio en un planeta donde todo se va descomponiendo, en un universo que se está descomponiendo, y luchar para que ello ocurra en el menor grado y en el mayor tiempo posibles. Observando todo esto debía resultarle fácil a Murphy formular su desgraciada ley. ¿Es posible que el sentido de la existencia humana física consista en luchar sin esperanza de victoria? ¿O es precisamente la oportunidad de luchar retrasando el final lo que constituye la victoria?

El cerebro de las personas se encuentra, como cualquier otra cosa, bajo la tiranía entrópica. Según estudios muy recientes publicados en el British Medical Journey, el cerebro empieza a experimentar una disminución de facultades (memoria y razonamiento principalmente), no a partir de los sesenta años como se creía hasta ahora, sino ya a partir de mediados los cuarenta. Mientras la expectativa de vida sigue creciendo, el deterioro natural del cerebro parece comenzar ahora más pronto.

La buena noticia es que el cerebro humano puede combatir la entropía por sus propios medios. Ese maravilloso hardware que todo humano posee es modificable por su propio software, la mente. Activable. Desarrollable. La gimnasia cerebral resultado de un pensamiento permanentemente sistemático, activo, estudioso, positivo, alerta, lleno de proyectos, no sólo impide el deterioro cerebral sino que desarrolla el cerebro, y me atrevo a decir que casi a cualquier edad. No puedo resistirme a mencionar el espectacular caso del físico Stephen Hawking, al que diagnosticaron una enfermedad neurodegenerativa con una esperanza máxima de vida de un par de años. Esto ocurrió hace casi medio siglo, y el señor Hawking acaba de cumplir setenta años lleno de una actividad mental que le ha llevado a ser uno de los científicos más clarividentes de nuestro tiempo. "La gente está fascinada por el contraste entre mis poderes físicos sumamente limitados y la inmensidad del universo con el que trato", dice Hawking. Es cierto. Nada podría ilustrar mejor el enorme poder de la mente humana, capaz en este caso de potenciar el cerebro hasta tan alto grado, al tiempo que mantener con vida el cuerpo paralizado que lo alberga.

La entropía puede ser también negativa. Esto ocurre cuando algo o alguien genera más orden en el sistema que el propio desorden contenido en la entropía. Así que la entropía negativa es algo muy positivo (la negación del mal es el bien). Por ejemplo: es fenomenal que las cosas estén siempre ordenadas y limpias, ¿no es cierto? Pues si se limpia más deprisa que se ensucia se genera un superávit de energía anti-entrópica. La mayor campeona de entropía negativa que yo he conocido y tratado durante años fué la señora Enriqueta la cual, armada con un delantal, una bayeta y un plumero pasó setenta años, de su vida de ochenta y cinco, limpiando y ordenando un mundo de casas familiares, oficinas, hoteles, locales y apartamentos. Verla "hacer" una habitación era un espectáculo colosal. En cuestión de minutos sacaba el polvo, fregaba el baño, cambiaba toallas, aspiraba la moqueta, ventilaba, hacía la cama con osito de adorno y dobladillo en la colcha y, en general, restablecía el antiguo orden perdido por la presencia de huéspedes. Me había cuidado de pequeño mientras limpiaba y arreglaba en casa de mis padres. Me tenía mucho cariño y yo a ella. Ya de muy mayor seguía trabajando en un apartotel al mismo ritmo de siempre. Un día le pregunté de dónde sacaba tanta energía limpiadora:
-Ay, hijo mío -respondió-, yo funciono a base de cafias
(se refería a un medicamento llamado cafiaspirina, que era una aspirina con cafeína, no sé si todavía existe)

Le dedico con mi amor este artículo a la señora Enriqueta porque estoy seguro que, estando ella en el paraíso, habrá allí siempre una garantía total de entropía negativa.







Link : 

grupoelron.org/fisicaastronomia/entropia.htm

















domingo, 8 de enero de 2012

MÚSICA PARA MENTES UN POCO OBLICUAS


WAGNER
Richard Wagner era una buena pieza. Hombre intolerante y testarudo, convencido de que era un genio colosal y superdotado y que las demás personas existían para su conveniencia, vivió más allá de sus posibilidades, tuvo numerosas y turbulentas amantes, generó una ingente cantidad de deudas y escapó a lugares diferentes para no pagarlas.
Fue expulsado de Alemania por revolucionario. Vivió en Suiza y después en Weimar. Muchos creían que estaba bastante loco. Algunas de sus composiciones así parecen testificarlo. Épicas y sublimes a la vez, muchas veces apocalípticas y otras trágicas, otras triunfantes a nivel de delirio, no pueden dejar a nadie indiferente. Décadas después de su muerte, los nazis se apropiaron de su música.










Para escucharla yo diría: cuidado amigos. Éste es un tipo de música que hay que estar un poco loco para entender. Su sublimidad reside en su potencia, en su mentalidad victoriosa más allá del destino, en su furibunda supremacía, en su romanticismo criminal.  Personalmente pienso que es una música  útil y disfrutable cuando la mente se encuentra en camino hacia arriba, cuando el proyecto personal está creciendo, cuando el cerebro está sintonizado con qué grande es el mundo y cuántas cosas quedan aún por hacer. Al contrario, si el estado anímico no es bueno o es depresivo o simplemente lánguido, la música de Wagner resulta demoledora. Richard te montará encima de un cisne volador que te llevará a unos cielos desconocidos o te sumergirá en un infierno en el que vas a llorar (que puede ser también una forma magnífica de sacudirse de encima la tensión acumulada). No recuerdo la película donde alguien dice a Woodie Allen:

-¿Le gusta Wagner?
-Desde luego, me encanta.
-¿Y lo escucha usted mucho?
-No, no lo escucho jamás.
-¿Ah, no? ¿Y por qué?
-Porque cuando lo escucho me dan ganas de...invadir Polonia.


PIEZAS IMPRESCINDIBLES:

El Holandés Errante
Los Maestros cantores de Nurenberg
Tannhauser
La cabalgata de las Valkirias
Los Nibelungos
El Ocaso de los Dioses
Tristán e Isolda
Parsifal


martes, 3 de enero de 2012

TATÁN DE TORTUGUERO



A las ocho de la mañana estoy sentado en un banco del pequeño muelle del barrio extrarradio de Puerto Limón al que llaman Buenos Aires. En Costa Rica todo el mundo se levanta temprano. Pero mi amigo Sebastián Palomares no está a la vista. El día es radiante y el sol empieza a quemar y, como siempre ocurre en el trópico, por el horizonte oeste ya asoman esos cúmulos blancos que irán avanzando por el cielo durante el día hasta que, a las cinco de la tarde, inexorablemente, caerá el gran chaparrón de una hora de duración. Bien, me como un par de bananas que llevo en el macuto.

El canal empieza en Puerto Limón y a veces serpenteante, a veces recto como un palo, a veces estrecho, a veces extremamente ancho; a veces aprovechando el meandro de un río, o la boca de un arroyo, o los ramales de una desembocadura; a veces con recodos inverosímiles entre el follaje de la selva, acaba llegando a Tortuguero después de una recta final anchísima, inacabable, por la que las lanchas de transporte circulan con el gas a tope por más de una hora. Desde Puerto Límón a Tortuguero, el viaje suele durar como cinco horas.

Tatán aparece a las nueve y media. Voy corto de gasolina, me dice, así que tenemos que detenernos y ver de comprar en Cocal o en Doce Millas, porque con lo que hay no creo que lleguemos ni a la Boca de Parismina. ¿Y aquí en Puerto Limón? Acá está hoy todo cerrado. Me acomodo en la lancha y Tatán enfila canal arriba.

Sebastián es un hombre nativo, alto, fuerte, moreno, selvático y ecológico. Sonríe siempre. Por aquí desembarcaron los primeros conquistadores, dice señalando unas playas que quedan a nuestra derecha con el mar al fondo. Todos los conquistadores son unos hijos de puta, le respondo, y Tatán se ríe por debajo de la nariz, sí, claro, son mejores los turistas, y da gas a fondo sobre la amplia pista de agua. Vamos a máxima velocidad, que es mucha, y nos cruzamos con una lancha cuyo patrón saluda a lo lejos. Al cabo de un momento Tatán reduce la velocidad al mínimo, salva la ola producida por la otra lancha, y en seguida regresa a la velocidad tope sobre el agua otra vez inmóvil. Después de mucho rato el canal se estrecha y Tatán detiene la embarcación en un recodo. Me hace un signo de silencio y señala un pequeño caimán que toma el sol sobre una roca. Y luego más arriba, en las ramas de un árbol, un mono perezoso que trepa al ralentí. Los típicos aullidos, graznidos y ronquidos de la selva suenan sobre nuestras cabezas. Los guacamayos vuelan entre el follaje. Las grullas dan zancadas en el agua y una cuadrilla de monos se escurre por la orilla de estribor.

En la boca del río Pacuare hacemos un alto. Yo tomo café en la cabaña y observo a Tatán que, a lo lejos, discute con un hombre de cabellos blancos. Vuelve al poco refunfuñando, gesticulando. Qué pasa, ¿no hay gasolina? Sí la hay, pero ese chingado de Juárez no quiere vendérmela, responde Sebastián. ¿Por qué no? Porque hoy es viernes santo y comerciar sería pecado según dice.

Hay que ir a buscar al cura. Si él no bendice la transacción, nos quedamos a dormir en Pacuare. Voy con Tatán por la selva. Los mosquitos nos atacan y tenemos que diluir un paquete de cigarrillos en agua y embadurnarnos con el mejunje (la receta es de Sebastián). Funciona. También funcionaría con gasolina, pero es justamente lo que no tenemos. Mira esta ranita minúscula megavenenosa con la que los indios antiguamente untaban la punta de la flecha. Llegamos a la cabaña que hace de iglesia del pueblito media hora más tarde. El cura resulta ser un tal padre Abundio y no está demasiado por la labor pero finalmente, por diez dólares para las almas del purgatorio y un par de cervezas, accede a venir con nosotros para emitir una indulgencia excepcional para comerciar en el día de hoy. Pronto estamos otra vez camino de Tortuguero.

Hemos recogido pasaje variopinto que se dirige a Parismina y a Jaloba, así que la lancha se ha llenado: campesinos con gallinas, ecologistas americanos de trekking y una pareja de ticos perfectamente elegantes que van de boda.

En Jaloba comemos lonchas de cerdo con huevos fritos en un puesto de bebidas junto al río; un titi del tamaño de una mano me sube al hombro para que le dé de comer. Lo cojo y se me agarra con las cuatro patas y enrrolla la cola en mi brazo. Tomamos café y salimos para Tortuguero con nuevo pasaje.

El último tramo del canal es infinito. Una hora de motor zumbante a máxima revolución sobre la amplísima franja de agua, y cuando finalmente se para siento más que nunca la paz del lugar. Desembarcamos y Tatán me lleva a su casa.
Es una choza bellísima, auténtica, con nevera y televisión y un jardín de césped natural cuidado y salpicado de palmeras por entre las cuales se atisban la playa y el mar. Enterrados en los arenales de esta playa yacen desde hace semanas los huevos que las tortugas depositaron y que se encuentran próximos a eclosionar. Faltan pocos días. Faltan pocas noches.

El proyecto es el siguiente: cuando los huevos eclosionan las pequeñas tortugas tratan de llegar al mar en seguida, pero el periplo no es fácil. Una cantidad ingente de depredadores, básicamente pájaros, las interceptan y se las comen. Hay tantas tortuguitas corriendo que algunos pájaros matan primero todas las que pueden para luego picotearlas tranquilamente. Muy pocas llegan al agua. Así pues, nuestro grupo ecologista ha diseñado una estrategia por la cual unas cincuenta personas se colocarán en la playa con grandes hojas de palma con las que mantener los pájaros a raya. La idea es lograr que el máximo número de tortugas llegue al agua, puesto que se trata de una especie que se encuentra en situación de posible extinción.

Tatán es escéptico e incluso contrario a las intervenciones. Él ha observado el fenómeno todos los años desde pequeño, y jamás nadie nativo ha intervenido en ésta o cualquier otra fenomenología biológica del país. Siempre se ha producido así, dice, y los pájaros también tienen que comer. Y los lagartos. Y los caimanes. Y los monos. Y las serpientes. Cenando con él me cuenta que un día escuchó a un viejo campesino rezando en la iglesia del padre Abundio. Decía: Señor, sálvanos de los que vienen a salvarnos, Señor.