La neurociencia ha conseguido establecer y medir la clase de ondas electromagnéticas que genera y emite un cerebro bajo diversos estados diferenciados de conciencia. En líneas generales se acepta que una mente instalada en la reflexión analítica, en el razonamiento lógico, la crítica o el juicio racional emite ondas registrables de una frecuencia de 14 herz. Es la consciencia natural de un cerebro humano prestando atención sostenida y esforzada: tratando de relacionar la información que está adquiriendo en este momento con la asimilada previamente, valiéndose de la computación y combinatoria de estos datos con los precedentes. Se le suele llamar nivel consciente, que es en el que trabaja la mente asociativa.
El nivel subconsciente del cerebro es donde trabaja la mente disociativa. Este nivel genera y emite ondas electromagnéticas de entre 8 y 13 herz (dependiendo de la profundidad alcanzada) y se ha descrito como una especie de registro meditativo de información y emociones, próximo a la autosugestión y al embeleso. Habitualmente se accede a él de forma involuntaria, siendo el más característico el que precede y sigue a la fase de sueño profundo (no completamente dormido ni completamiento despierto). De modo voluntario y natural se le puede acceder con la relajación, la meditación, el encanterio, la sofrología, la interiorización, el recogimiento, la sugestología, la oración, la mística, el hinoptismo o el yoga. Y de modo voluntario y artificial por supuesto con algunas drogas (cosa evidentemente desaconsejable por los efectos nocivos sobre el organismo). La mente disocia una clase de información del enorme caudal de registros de que dispone y extrae resultados o conclusiones por el exterior del núcleo de la lógica y en base a una cantidad de datos muy superior a la del nivel consciente.
Pero el nivel disociativo de la mente tiene también un modo de piloto automático que funciona sin que nos demos cuenta (no me refiero a los actos mecánicos como respiración, parpadeo, bloqueo de la laringe al beber, etc., que tienen programas especiales desde el nivel inconsciente), que programado (aprendido) por la función intuitiva (que es disociativa) sirve para asuntos tan dispares como respetar la gramática del idioma, caminar o amar a tu hij@. En efecto: ¿sabía usted que en castellano, cuando en la frase principal existe un sentido de duda, en la frase subordinada se utiliza el modo subjuntivo? Veamos, en presente: No creo que venga. En pasado: No creí que viniese. Presente de subjuntivo en una e imperfecto de subjuntivo en la otra. ¿Usted sabía esto? Probablemente no, y sin embargo lo usa siempre correctamente (suponiendo en este caso que su idioma materno sea el castellano). La función intuitiva de la mente disociativa le enseñó a usted de pequeñ@ la mecánica de esta gramática en concreto, sin que su mente asociativa reparara en ello.
El ejemplo más clásico del uso de la mente disociativa es el de conducir el coche y llegar a casa sin ser consciente de por dónde se ha pasado, porque la mente estaba disociativamente instalada en el contenido de la importante reunión del día siguiente. O del corredor@ de maratón, que instala su mente en un concierto y lo sigue completo en la mente mientras su cuerpo sigue el trazado oficial. Y entonces, ¿por qué no utilizar este potente y maravilloso nivel para programar (aprender) a ser feliz, a disfrutar de la vida, a ser útil a la comunidad? Un simple programa enunciado regularmente a su nivel disociativo debería llevarle a cambiar las actitudes necesarias para conseguirlo.
La meditación es un estupendo sistema de acceso a este nivel, donde los monjes tibetanos, por ejemplo, se manejan a sus anchas. De hecho, y desde hace unos años, muchos neurólogos occidentales estudian el cerebro de personas tanto en estado meditativo como en estado no meditativo, con resultados sorprendentes. En un estudio realizado en algunas universidades americanas se descubrió que las personas de temperamento optimista y positivo presentaban, en estado meditativo, una pauta de actividad persistente localizada en ciertas regiones cerebrales de la corteza prefrontal izquierda, mientras que las de carácter más negativo y pesimista las presentaban en la corteza prefrontal derecha. El mismo test realizado a un monje budista de edad avanzada, que tenía un aspecto de radiante felicidad y equilibrio consigo mismo y con el entorno, dio como resultado una actividad de la corteza prefrontal del cerebro mucho más a la izquierda que en el resto de personas testadas. En estado no meditativo nadie presentaba actividad de la corteza prefrontal, ni izquierda, ni derecha.
¿Algún comentario a este post? Gracias.
Saludos de Charles Bennet
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