domingo, 7 de octubre de 2012

FABRICANDO OBJETOS MENTALES





























El músculo de la mente es un órgano que puede fabricar cualquier cosa dándole una forma mental: desde una espada con la que decapitar regularmente fantasmas, complejos y remordimientos presentes y pasados, hasta unos sublimes entes conceptuales de amor y compasión hacia los semejantes, como besos y ramos de flores mentales, amuletos de buena suerte y solidaridad y fortuna. Puede crear cosas que van a existir como formas mentales vivas que influenciarán el entorno y las mentes de los que estén de alguna forma relacionados. Todos estos objetos, en ser concebidos y dibujados en la mente por primera vez, son frágiles y muy volátiles. Han de ser reelaborados y reforzados todos los días para que vayan adquiriendo presencia y potencia. Es un ir colocando capas sucesivas sobre el núcleo inicial imaginado para que vaya adquiriendo grosor y no se diluya en la vorágine de todos los demás pensamientos. Luego un día tiene vida propia y empiezan a operar.

Nada hay de mágico ni esotérico en este fenómeno: hoy día está perfectamente documentado cómo un tipo de pensamiento específico redundado aumenta las conexiones interneuronales de un área determinada de la red neuronal y la vuelve más productiva en el sentido deseado. Un ejemplo sencillo sería el de la fabricación y utilización de la espada antifantasmas antes mencionada.

El primer paso es imaginar este objeto. Deseamos una espada grande con una hoja azul plateada de dos filos, y una punta aguda, empuñadura maciza y brillante, redondeada, con dibujos, de un color marrón liláceo. Cada mente añadirá los detalles que más sirvan al momento de imaginarla y que revisualizará en cada sesión. Su objeto será decapitar sistemáticamente aquellos monstruos incómodos que pueblan su inconsciente concreto que, como cualquier persona, sigue recibiendo estas visitas mentales en momentos críticos, en situaciones negativas, cuando está bajo presión, en la oscuridad de la habitación antes de la acción del día siguiente, en momentos de duda, de debilidad o de desmoralización.

Para empezar esta tarea hay que elegir un sistema de posicionamiento útil a la relajación. Cuando ya se ha llegado al estado de ensimismamiento  (entre la vigilia y el sueño) hay que visualizar la espada en el espacio que se determine: sobre un fondo blanco como una pantalla, holográficamente en el éter o quizá en las estantería de un armario dorado o proyectada sobre el cielo o el mar. Cada cual diseña el sistema. Lo importante es que se visualice como tridimensional, quién sabe si con el nombre de su propietari@ inscrito en la hoja. Y luego reproducirla en la mente todos los días, idénticamente, dándole cada vez un poco más de potencia, un poco más de energía...  Al cabo de un tiempo inespecífico (el sujeto deberá decidir cuando considera que el objeto está terminado) la espada reposará en un archivo mental lista para ser usada. No habrá que volver a trabajar sobre ella puesto que está acabada.

Y llegará un día donde el monstruo de un desamor antiguo, de una angustia cualquiera o de un arrepentimiento extemporáneo o de un rencor escondido o de un miedo atávico o de un autoreproche culpabilizante aparecerá amenazante en un momento crítico. Pues una vez localizado y establecido, la mente ganadora visualizará esta acción: agarrar la espada y decapitar el monstruo de un golpe preciso. Ya no tienes cabeza, no puedes hacerme daño, te he destruído. Y si vuelve será decapitado nuevamente, las veces que haga falta, hasta su extinción. Y la espada continuará allí para siempre, puesto que las conexiones interneuronales creadas así no suelen desgastarse ni destruirse.

Es fácil imaginar el enorme potencial de esta técnica y el gran volumen de herramientas mentales que pueden originarse con fines concretos. Un cirujano construirá un bisturí mental con el que mejorará las técnicas operativas; un jugador de golf unos palos con los que optimizará sistemáticamente su handicap, un violinista un violín mental con el que conseguirá acordes excelsos...  No hay límite para la mejora a partir del músculo de la mente.

Nota final:  algunos alumnos míos me preguntaban a veces si, de la misma manera que se crean estos objetos de finalidad benéfica, no podría darse el caso que alguien construyera objetos mentales con finalidad maléfica, para atacar a los demás o conseguir algo de propósito abyecto. La respuesta es que sí, naturalmente. Por eso hay que ser cuidados@.  Quien crea ángeles es el beneficiario principal de su influencia. Y quien crea demonios es la primera víctima de ellos mismos.

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