Una gran mayoría de personas está sometida constantemente a presiones: familiares, laborales, sociales, financieras, con el resultado perfectamente visible de la angustia reflejado en los rostros, de las tensiones a que se está sometido, a la imposibilidad de relajar la mente incluso en casa donde, entre los problemas familiares y una televisión permanentemente conectada que emite noticias funestas o telefilmes de gran violencia y conflicto, hay gente a la que un día le acaban llegando ideas tipo saltar por la ventana o comprar un billete de avión sólo ida para las Islas Vírgenes.
Trabajar, gestionar, jugar, negociar o decidir serenamente bajo presión continuada es algo que hacen habitualmente los campeones. La primera vez que se reciben presiones duras y continuadas parece que el mundo se tambalea; parece una guerra en la que sólo tú eres el blanco del ejército enemigo. Para el primeriz@ puede resultar fatal porque la sola presión le desequilibra de tal manera que, presa de pánico, es posible que abandone la situación derrotad@ sin luchar.
Sin embargo, cuando se aprende a inhibir la presión interiorizándola o reconvirtiéndola es fácil comprobar que, o no queda uno afectado, o inclusive puede aprovechar para recibir un caudal inesperado de nueva energía gratuita.
Hay que construirse un casco mental sobre el que van a rebotar las exigencias, las persistencias y las conminaciones (y en el deporte y la política incluso gritos e insultos) y se sigue trabajando estoicamente en la misma línea y sin inmutarse. O bien se aprende a hacer algo aún mejor: revertir esta presión en estímulo es decir, programar la mente para que lea esta energía negativa en clave positiva: gracias por la energía, me estimula a continuar; cuánto más presionad@ me sienta más lucharé en persistir; tu fuerza negativa me incita a prosperar...etc.
Parece difícil, pero con un poco de práctica el proceso se hace automático. La energía negativa es más potente que la positiva, y es beneficiable cambiándole la polaridad y aprovechando así su potencia. Cuando se hace el enemigo o adversario suele quedar desconcertado. La más famosa reconversión de energía negativa en positiva es la de Jesús en la cruz: los legionarios romanos le están torturando y él dice "Padre, perdónales porque no saben lo que hacen".
De hecho la energía es energía tenga la polaridad que tenga. Un paralelismo con la fuerza física sería el Jiu-Jitzu, forma de lucha oriental donde el contendiente trata de utilizar la fuerza misma del contrario para derribarle. Así, cuando su adversario golpea con mucha fuerza, no trata de parar o contrarrestar su golpe sino de arrastrarle en la misma dirección que ha golpeado por lo que, al no encontrar resistencia, cae derribado por el impulso aumentado de la propia acción. El pensamiento negativo de los demás, disparado contra el campeón@, puede rebotarse o reconvertirse. Pero pensamiento negativo generado por el campeón@ no debe usarse. Ése hay que mandarlo directo a la trituradora mental, porque el problema de la energía negativa es que es autodestructiva. Así que se puede usar la energía negativa de los demás, pero no la propia.
¿Tiene experiencias similares a las relatadas en este post? Coméntelas con Charles Bennet. Gracias.
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