A veces, y quizá partiendo de una calma generosa o de un equilibrio estupendo, los acontecimientos se precipitan por el lado malo, se concatenan y se llega a un auténtico caos en un periodo de tiempo increíblemente corto. Cunde el pánico. Se acumulan los errores, luego los disparates y la situación se vuelve peligrosísima. Parece que todos los elementos negativos se hayan juntado a la vez y que nuevos maléficos se vayan apuntando a la orgía del desastre.
En una macabra pero divertida secuencia de la película Pulp Fiction de Quentin Tarantino se parodia este fenómeno. Dos pistoleros a sueldo llevan en el coche a un prisionero cuando, por un bache del camino, a uno de ellos se le dispara accidentalmente la pistola y la bala revienta el cráneo del rehén al que estaba apuntando, salpicando todo el interior del coche, y a ellos mismos, con sangre y trozos de cerebro. Todavía es de día y circulan por una calle céntrica, con lo cual el cuadro fatal resulta de lo más evidente. Pero consiguen llegar, a última hora de la tarde, a casa de un amigo común, completamente empapados de sangre y con el cadáver dentro del coche, presas de pánico. La mujer de su amigo trabaja de enfermera en el turno de noche y no está en casa, pero vuelve a las siete de la mañana. Los niños ya duermen. El amigo está histérico por el lío en el que le han metido y con su familia de por medio. Los pistoleros llaman al jefe y éste les dice que en seguida llegará ayuda. Al cuarto de hora llaman a la puerta. Aparece un hombre elegantemente vestido que se presenta:
-Mi nombre es Lobo -dice. Soluciono problemas.
Con gran serenidad, sangre fría y sin un atisbo de vacilación, Lobo empieza a dar órdenes concisas: pide y organiza los materiales que van a necesitar y pone en marcha el trabajo que hará cada uno y en qué orden (limpieza interior y exterior del coche, asear el cadáver, quemar ropas y enseres manchados, ducha de los pistoleros, ropa limpia, sábanas viejas para envolver el cadáver y los desechos... y paga al dueño de la casa los materiales utilizados que se han de reponer más una compensación por el susto). Mientras todo esto ocurre, va secuenciando, coordinando y supervisando el desarrollo de las tareas. Finalmente, cuando todo está otra vez en su sitio y los pistoleros aseados y con ropa nueva, les ordena llevar el coche limpio (con el cadáver y los desechos empaquetados dentro del maletero) a una chatarrería conocida donde lo hace destruir por una máquina y reducir a un bloque metálico pequeño. A las seis de la mañana todo ha vuelto a la normalidad. Lobo se despide y se va a desayunar:
-Ha sido un placer verle trabajar, señor Lobo -dicen los pistoleros admirados.
La escena de macabra ficción es ejemplar en el sentido que esquematiza a la perfección todo aquello que requiere la administración de un caos: no dejarse impresionar, análisis sereno, mentalidad creativa, planificación del trabajo yendo de lo más importante a lo más detallado, de lo más necesario a lo más superfluo, criterio en el reparto de tareas (quién más idóneo para cada una), coordinación, supervisión y restauración del equilibrio anterior dentro de lo posible.
Sean situaciones de caos y pánico a bordo de un barco de vela, en la cocina de un restaurante, en la pared de hielo de una montaña, en una reunión de negocios o en el quirófano de un hospital, la mente ganadora deberá haber estudiado y aprendido estas actuaciones con ensayos y simulaciones anteriores, y tomará el mando de la situación sin dudas ni vacilaciones. Los demás se sentirán inmediatamente confortados por su liderazgo espontáneo que nadie discutirá. Aceptarán las órdenes encantados, tranquilizados por la presencia infrecuente de quien sabe qué hacer.
¿Le gustó este post? Charles Bennet apreciará mucho alguna experiencia suya en este sentido. Gracias.