Parece ser que en el Far West, cuando un forastero se sentaba a una mesa de juego había que saber si llevaba dinero encima. Como resultaba un poco incómodo requerirle directamente a que mostrara el contenido de sus bolsillos, algún ingenioso inventó la cortés pregunta "May I see the colour of your money?"
Todo el mundo sabe que los dólares americanos son todos de un mismo color gris indefinido.
Mucha gente me ha preguntado, en el transcurso de mi vida profesional, si las técnicas del entrenamiento mental pueden ser utilizadas con el objetivo de ganar dinero. Yo creo que no, porque el dinero es algo abstracto que representa riqueza pero no lo es, y por eso no es objetivable. Poseer una casa sí es una riqueza real (cuyo valor se puede representar con una suma de dinero), pero la fortuna dineraria sólo adquiere sentido cuando se conoce qué cantidad de riqueza real la sostiene.
Ganar dinero de manera ética suele ser el resultado colateral de la plasmación de una idea inicial a la que se le ha aplicado ilusión, estudio y trabajo durante un periodo de tiempo sostenido largamente. Ganar dinero (mucho dinero, se entiende) no es posible en el corto plazo, porque primero es necesario generar la riqueza real que lo va a representar, y esto es un proceso lento. El gran colapso actual del capitalismo obedece al simple hecho de la especulación financiera es decir, a generación de dinero artificial que no representa riqueza real y es por tanto, en sentido ético, falso: los pelotazos, las loterías, las estafas; incluso las mismas herencias dinerarias no tienen contrapartida auténtica de riqueza y se desvanecen fácilmente. Son un fake.
Las riquezas no materiales ni siquiera pueden ser representadas por el dinero. El amor, el gozo de tomar el sol en la playa, las emociones positivas en general y todos aquellos intangibles que hacen feliz como el orgullo de la victoria o la satisfacción moral de ayudar a los demás no tienen precio. El dinero es un concepto teórico y extremamente volátil, vil aunque necesario, y no es válido como objetivo propuesto. La única manera de acceder a él es construir. Trabajar y aprender sin pensar en el dinero, mantener en la mente una ilusión tangible y alcanzable, seguir aprendiendo y seguir trabajando. Entonces llega un día sorprendente donde el proyecto ya es una realidad, la meta ha sido conseguida y el dinero está allí, para recogerse, como una fruta que ha crecido y madurado en el árbol de la idea primigenia.
El dinero, como la suerte, se acostumbra a conseguir cuanto menos se piensa en él. Ya sé que no es fácil si la urgencia es mayúscula. En este caso habrá que ser consciente que obtener dinero en el corto plazo sólo puede darse en pequeñas cantidades. Conseguir una sólida fortuna, un legado que transmitir a los hijos, es un proyecto de larga duración. Así que la fórmula del dinero es: aprendizaje + esfuerzo + tiempo.
Isaac Aaron Rabin hablaba un día, durante sus rezos, con el Altísimo.
-Señor, en vuestros parámetros de eternidad, ¿es verdad que para Vos un instante de tiempo es como para nosostros un millón de años?
-Así es, en efecto, -respondió el Señor.
-Así pues, dentro de estos mismos parámetros, lo que para nosotros sería un millón de dólares para Vos sería tan sólo un dólar, ¿no es cierto?
-Sí, podría decirse que sí, -contestó el Señor
-Señor -prosiguió el piadoso judío-, soy un hombre pobre y honrado. Os pido que me hagáis la dávida de ese dólar.
-De acuerdo. Un instante, por favor -contestó Dios.
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