Son las cinco de la mañana y las gacelas humanas ya corren por bosques y estepas. No han desayunado. Se levantan de la cama y salen a correr. Los animales salvajes no se asustan al verlos pasar porque forman parte del sistema ecológico. A las seis sale el sol. A las siete la mayoría ha regresado, con veinticinco o trenta quilómetros en las piernas, para tomar una taza de té. Luego, los que tienen ocupación van a ejercerla, y los profesionalizados siguen corriendo hasta las diez. Se sientan a la mesa y desayunan. Tres veces por semana comen carne. Su dieta no contiene ni un ápice de grasa. Si se observan sus piernas, se descubre que son muy largas y estilizadas, y que el músculo gemelo es sumamente delgado y nada compacto.
"Yo no corro, es mi país que se desliza por debajo de mí" dijo un día un niño que recorría todos los días dieciséis quilómetros para ir y venir de la escuela, y efectivamente así lo parecía cuando se admiraba su inimitable forma de trotar, entre caminar y correr, de tanta gente de las áreas rurales africanas. "Si esto de correr todos los días al colegio lejano es una leyenda, como dicen algunos por Europa, que pregunten a cualquiera de los más de cincuenta mil niños que lo hacen todos los días. Vamos corriendo a cualquier sitio. Correr en Kenia es como coger el metro en Londres: ni es leyenda ni nadie se extraña de eso."
Si añadimos luego que se han incorporado en los últimos años entrenadores europeos que han sistematizado tanto el trabajo físico como el mental de estos atletas, tendremos gran parte de la respuesta de por qué los atletas kenianos son tan buenos. En Kenia, correr se ha convertido en una profesión de futuro esplendoroso desde el momento en que atletas que han triunfado en los acontecimientos deportivos más importantes del mundo no sólo han salido de la pobreza, sino que se han convertido en benefactores de su familia y de las comunidades a las que pertenecen. Con el dinero ganado en euros o dólares (que en Kenia cunde de manera extraordinaria) se han construído escuelas, centros deportivos, hospitales e incluso hoteles y centros lúdicos.
La pequeña ciudad de Iten, situada a 2.400 mts. de altitud, se ha transformado en un centro mundial de entrenamiento de alto rendimiento. No sólo kenianos sino atletas de todo el planeta, principalmente de Europa y Estados Unidos, pasan largas temporadas entrenando con los atletas locales y sus métodos. La ciudad ha prosperado fenomenalmente, hay turismo, tiendas de deporte, cafeterías, hoteles, pistas de atletismo, mercado, souvenirs, venta de zapatillas deportivas de segunda mano (o de segundo pié), etc. La economía local se ha animado tanto que muchas otras ciudades del país planean acciones similares.
La motivación es el motor de los actos humanos. Tener un motivo poderoso es la cuestión. Y qué motivo puede ser mas poderoso que sacarte a tí mism@ y a tu familia de la pobreza y desear vivir bien; que tus hijos puedan comer y vestir e ir a la escuela en una comunidad que prospera. Eso es lo que está en la mente de estos atletas cuando corren por los campos o por la pista de un estadio de la forma más natural, de la forma que lo han hecho desde pequeños, ahora sobredimensionada por las técnicas más avanzadas del entrenamiento atlético. Así que, de los millones de kenianos que corren todos los días, siempre habrá un ramillete final de campeones mundiales, que serán modelo de comportamiento para los niños del país, con este mensaje subliminal: correr, que es tu forma de vivir, puede convertirte en un rico personaje internacional que beneficie a tu comunidad
El fútbol y su gran difusión mediática ha sido también un manantial de recursos para muchas poblaciones y países africanos. De hecho, existe una organización llamada Football for Hope cuyo objetivo es contribuir al cambio social a través de este deporte. Jugadores como Seydou Keita y Didier Drogba (Mali), Yaya Touré (Costa de Marfil) o Samuel Eto'o (Camerún) tienen fundaciones que benefician a comunidades de sus respectivos países, a menudo con más presupuesto para esto que el del propio gobierno del estado. Cuando visitan sus países son recibidos como auténticos héroes. Cuando Eto'o, acompañado del propio presidente del país -que me imagino debía intentar sumarse al tirón mediático- visitó Yaoundé y Douala (donde se han construído bastantes escuelas y centros deportivos con los fondos de su fundación) una multitud enfervorizada jaleaba su nombre. Un periodista había escrito: "ha hecho más por Camerún Samuel Eto'o que todos los políticos de los últimos años juntos." Los niños cantaban a coro:
Papa Eto'o, comment tu t'apelle?
Papa Eto'o, tu t'apelle Samuel!"
¿Alguna vivencia personal al respecto? Coméntela con Charles Bennet, que quedará muy agradecido de su aportación.
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