domingo, 30 de octubre de 2011

PAPÁ, ¿POR QUÉ TIENES TANTOS LIBROS?

Cuando yo era pequeño a veces miraba a mi padre que, después de cenar, estaba sentado en un sillón cerca del fuego de la chimena bajo una lámpara de pié, acompañado de un whisky en la mesilla; entonces encendía la pipa y abría con cierta reverencia algún libro más o menos voluminoso y lo hojeaba. A mí me mandaban a la cama: él me daba un beso de buenas noches y yo me iba a mi habitación envuelto en una ligera nube mezcla de olor de pipa, humo de chimenea, efluvio de whisky y este maravilloso aroma lejano de los libros viejos.

Aquel aroma me ha ido acompañando toda mi vida y, aún reconociendo la maravillosa utilidad de los ordenadores, de los móviles, de los iPods y Blackberries y iPhones, y mp3, nunca he encontrado todavía una aparato que huela de aquella manera. Quiero decir que nada puede sustituir un libro. Aunque sí complementarlo. Un libro moderno tiene ahora a su alrededor una plataforma de webs y blogs y links que convierten la antigua bibliografía en juego de niños. Estoy totalmente a favor del progreso que no machaca lo anterior si puede ser.

No es una cuestión nostálgica. El libro amigo manipulable (te cojo, te abro, te llevo en la maleta, te leo en un avión) contiene textos impresos en papel (te toco, te huelo, te cierro, te guardo) llenos de frases constituídas por palabras hechas de letras, que son unos signos combinables de grafismos diferentes representativos de sonidos que, emitidos juntos, son a su vez significantes de conceptos físicos o abstractos con los que comunicamos nuestra ideas a otras personas (increíble, ¿no?). Es decir: la información escrita es un código que la mente ha de descifrar y transformar en pensamiento que pueda ser entendido; y este colosal ejercicio de inteligencia es al cerebro lo que un ejercicio físico es al músculo. Naturalmente lo mismo puede practicarse desde un e-book; menos cálido pero más práctico (?). Los soportes fríos están de moda y yo me alegro mucho. Pero van a permitirme que, mientras pueda, siga acariciando y manoseando mi viejo montón de libros llenos de códigos descifrados y redescifrados por mí varias veces. Finalmente todos los soportes tienen como objetivo comunicar, y ésta es la cuestión. Pero, tal como alimentarse, esto puede hacerse desde el sereno confort o desde la histeria de la prisa.

Los futuros campeones de cualquier actividad humana tienen que comprender que ningún objetivo se alcanza desde la histeria, sino desde la serenidad. Tienen que comprender que la información sólo es un medio y no un fin. Saber que la sobrina del vecino está embarazada es una información pero que, en sí, no lleva a ninguna parte (¡a menos que el padre resulte ser tu hijo!). La información importante debería llevar al conocimiento (knowledge), e idealmente el conocimiento a la sabiduría, en la medida de lo posible. No parece que eso sea ni mucho menos así si uno mira la televisión o lee los periódicos, que son un saco de información en su gran mayoría inútil. Es espectacular también la cantidad de información frikie que se encuentra en internet. De momento, si nos interesa de verdad el conocimiento, creo que deberemos hacer el esfuerzo de volver a los libros. Supongo que más adelante, cuando la excitación producida por el invento de internet se apacigue,  la red, como los libros, irá llenándose de auténtico contenido.

Pero papá, es muy pesado leer. Los niños y adolescentes de hoy, con la enorme gama de soportes entre los que elegir, se quedan lógicamente con los más visuales, porque el esfuerzo mental es menor... y el resultado mental también es menor. Te lo dan trillado para que tu mente no tenga que trabajar tanto. La información histérica, express, epatante (vea informativos nocturnos o escuche emisoras de noticias a las siete de la mañana) entra, circula por el cerebro y se va: ¡ups! ¿qué fue eso? (y al cabo de un rato usted se queda de los nervios sin que le hayan aportado nada).  A propósito de esto, recuerdo que mi madre acostumbraba a ver los telenoticieros nocturnos en los que, depués de una larga lista de desgracias y noticias apocalípticas el presentador@  acaba diciendo: buenas noches y que descansen. Mi madre, indignada, decía entonces mirando a la tele: gracias pero dudo mucho que pueda descansar. Este tipo de información cuyo paradigma fenomenal de hoy es el twitter ayudará, si continúa así por mucho tiempo, a formatear unos cerebros distintos que darán lugar a sociedades imprevisibles. Yo, como quiero que mi hija desarrolle un cerebro que le sirva para ser dueña de su destino, la animo a leer regalándole libros y preguntándole su opinión o si cree que yo debería leerlos. No siempre funciona, pero en general lo compagina sorprendentemente bien con el mundo virtual en el que suele habitar durante la semana.

Hablando de sociedades futuras, a partir de hace más o menos un siglo se han convertido cada vez en más imprevisibles. Recuerdo que leer la interesante biografía de Graham Bell, que ha pasado por ser el inventor del teléfono aunque no fue exactamente él sino el italiano Antonio Meucci, me hizo reflexionar sobre la repercusión de ciertos inventos sobre el formateo de sociedades futuras. El caso es que Bell lo patentó e intentó en vano conseguir financiación para comercializarlo. Finalmente pudo convencer al Presidente Ulysses Simpson Grant, que le concedió la financiación del gobierno, aunque él personalmente no pudiera ver la utilidad comercial del invento (¿para qué van a querer hablar dos personas separadas por kilómetros de distancia habiendo un excelente servicio de correos? -parece que comentó). En 1876 se montó una instalación entre los Ayuntamientos de Nueva York y de Boston porque, por primera vez en la historia, los alcaldes de ambas ciudades iban a hablar por teléfono. Había una gran espectación, y después de la exitosa conferencia (a gritos) el alcalde de Boston hizo un discurso comentando las maravillas del progreso tecnológico y sus grandes expectativas: "llegará un día en el futuro -dijo- donde cada ciudad del mundo tendrá un aparato como éste".

Los libros importantes, aunque haga tiempo que se han leído, conservan un aura formada por las emociones individuales del lector. Se guardan con cariño en bibliotecas o estanterías y forman una especie de  subconsciente suplementario que se va ampliando con los libros que se añaden y los años que pasan. Por eso creo que las bibliotecas, como los cerebros, no son heredables. Tus nietos tendrán que constituir la suya propia. Probablemente no sea una biblioteca de libros encuadernados sino un chip implantado al que acudir con el pensamiento en busca de ideas acumuladas. No lo sé. Lo que es seguro es que no tendrá  olor de  pensamientos, como el libro que me llevo a la cama tan pronto deje de escribir este artículo.




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www.microcaos.net/artes/los-100-mejores-libros-de-la-literatura-universal/









JOVEN LECTORA


















































































































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