jueves, 6 de septiembre de 2012

LA MENTE DEL PULPO




























Hola. ¿Se cree usted mejor que un pulpo? O dicho de otra manera: ¿Cree usted que tiene una inteligencia superior a un pulpo? No esté tan segur@. Porque probablemente, con su nivel humano de inteligencia, sería usted el más tonto de los pulpos. Usted no tiene ninguna red neuronal para gestionar una vida de pulpo: sus movimientos, su relación con el entorno, su alimentación, su sexualidad. Con una inteligencia humana, sucumbiría al poco tiempo, entre sustos y heridas; entre peligros y terribles angustias.

Los seres humanos somos extremamente antropocéntricos. Creemos que somos los mejores, creemos que somos únicos y cualquier evaluación de algo o alguien está siempre hecha en relación a nosotros mismos. Pero lo cierto es que un pulpo tiene la cantidad y la cualidad de inteligencia exacta y necesaria para ser un pulpo, sobrevivir y perpetuarse en el mar.

Según Roger Hanlon, del Laboratorio Biológico marino de Woods Hole (Marine Resources Center, www.hermes.mlb.edu/mrc/hanlon/), los vertebrados como nosotros usan una estructura de comando y control en la que el cerebro actúa como una unidad de procesamiento centralizada para reconocer las percepciones sensoriales y controlar los miembros. Un pulpo, en cambio, cuenta con un cerebro centralizado y otro cerebro altamente distribuído. Es como una mente fundida en un cuerpo. Los pulpos portan la inteligencia en sus miembros corporales. Cada brazo cuenta con un sistema nervioso elaborado que se compone de cincuenta millones de neuronas, y cada uno de ellos tiene una autonomía enorme de movimiento continuo. Comparada con esto, nuestra disposición simple de rodillas y tobillos, codos y muñecas parece bastante primitiva. Cada brazo del pulpo tiene un programa motor subyacente que no depende de un control centralizado. El cerebro da una orden de salida y a continuación los miembros inteligentes toman el control de la situación. Los pulpos memorizan señales visuales complejas para navegar por la tortuosa topografía del arrecife de coral, un paisaje tridimensional capaz de desorientar hasta el buceador más experimentado.

Imaginemos ahora una inteligencia extraterrestre. Prescindamos de cualquier comparación con la nuestra. Esta inteligencia sería producto de una evolución específica y diferente, de la interacción con un entorno y un periodo de tiempo desconocidos, y la distancia cualitativa con la nuestra podría ser incluso mayor que la que existe entre un pulpo y un humano. Confrontada con la capacidad de nuestro cerebro, igualmente inteligente pero absolutamente distinta, producto de unas redes neuronales construídas en base a otras percepciones y experiencias brutalmente diferentes a las nuestras.  ¿Cómo comunicarse? Si la inteligencia fuera tan distinta ¿podríamos establecer un eventual parámetro común como por ejemplo la conciencia?

Parece que la conciencia universal podría ser de alguna manera una especie de tejido cuántico sobre el que existe el universo que conocemos (a saber cómo serán los multiversos que no podemos conocer) y, como tal, el nexo que une todo aquello que de algún modo piensa o es capaz de reconocerse y preguntarse quién soy yo. La conciencia es primordial; es el estado original, inoriginado, infinito, incausado, infundado, sin partes y sin cambios. Son palabras de Sri Nisargadatta, gran maestro espiritual de la corriente de pensamiento Advaita (www.oshogulaab.com/NISARGADATTA/) Dos de sus increíbles libros para estudiar: "Yo soy eso" y "Semillas de consciencia"







La consciencia no se puede obtener ni conseguir, porque es algo que ya tenemos. La conciencia pura es aquel lugar al que llega la mente cuando los pensamientos se detienen. ¿Eres consciente de lo que acabas de pensar? Según parece la consciencia es el destino final de la inteligencia, y no es más (ni menos) que la felicidad a través del entendimiento.











Lectura recomendada:  El secreto de la vida cuántica, de Frank Kinslow
www.editorialsirio.com



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