lunes, 28 de noviembre de 2011

LA ENERGÍA DEL VACÍO




    ESTÁ EN TODAS PARTES



Si, desde un estado relajado, usted dirige las palmas de las manos al cielo y las mantiene así un par de minutos, empezará a notar un calorcillo. Luego las junta hasta una distancia de unos diez o quince centímetros la una de la otra,  y en seguida notará bastante calor. Este calor acumulado es energía, que usted ha capturado del espacio. Ponga ahora las palmas (siempre a una distancia de diez centímetros) sobre aquello a lo que usted desee transferir esta energía: su propio rostro (su persona), una rodilla que le duele, la frente (la mente), la persona amada, un bebé enfermo, la foto de una tienda que acaba de montar o de una casa que acaba de alquilar, un rosal que parece languidecer, un canario que canta poco. Naturalmente deberá hacerlo de manera repetida durante un periodo de tiempo dependiendo de la dificultad de lo que quiera conseguir y los resultados, en la gran mayoría de los casos, le sorprenderán muy gratamente. Una mujer con problemas de fecundidad (que yo conozco) utilizó esta técnica poniendo las manos sobre su vientre cada día durante tres meses y hoy tiene una preciosa hijita. Conozco también varios casos de curación de cánceres (naturalmente sin dejar de recibir tratamiento médico). ¿Verdad que es sencillo? El universo está lleno de energía: el universo es energía. La enorme masa del universo, multiplicada por la velocidad de la luz al cuadrado, sería la energía total estimada: E=mc2 ; una cifra que tiende a infinito.


Un átomo es una magneto: un sistema planetario móvil que genera energía. Como todos los cuerpos están formados por átomos, todos los cuerpos tienen energía que emiten en forma de magnetismo. Los humanos también somos magnéticos y por eso también podemos absorver y generar energía (véase el aura). El planeta Tierra, además, gira sobre sí mismo y es una magneto gigante. No digamos ya Júpiter. El propio sistema solar es una magneto colosal, que gira alrededor del centro de la Vía Láctea. Las galaxias son magnetos descomunales: la energía está en todas partes, y también en el tejido del espacio o vacío. Según el científico Werner Heisenberg el vacío es un sistema inestable donde las partículas elementales fluctúan, creando un Principio de Indeterminación. Entonces, la textura misma del espacio sería deformable y sufriría fluctuaciones cuánticas con partículas que se crean y se descrean. La manifestación de esta energía del vacío tiene así lugar por la aparición de pares como por ejemplo electrones y positrones, y la energía implicada en la aparición es de un millón de electronvoltios en cada uno de los pares. Después de un tiempo brevísimo este par se aniquila y el sistema recupera su estado inicial. El proceso se repite ad infinitum a la velocidad de la luz. El vacío vibra de energía o "ronronea". Muchos cosmólogos creen que la existencia del universo material puede derivarse de una fluctuación cuántica de inimaginable densidad energética. Algunos grandes maestros orientales del pensamiento perciben la fluctuación cuántica como "la puerta" de la existencia espiritual a la material.


Sea como fuere, lo cierto es que hay una energía ahí desde siempre, conectándolo todo, como una fruta madura que puede recogerse. Unos la llaman energía vital; otros conciencia cósmica, archivos akhasicos, prana... lo importante es que la mente, en el pensar y el imaginar, se conecta a ella, se nutre de ella, se tranquiliza con ella. Es lo mismo que hacemos físicamente con el sol: nos tumbamos desnudos y dejamos que nos vitalice. Pero el sol es "sólo" una estrella que emite energía cerca de nosotros, mientras que la energía del vacío cuántico da vida y movimiento a todo un universo.



Sintonizar la mente con este fenómeno es decir, ponerla a vibrar en su frecuencia, resulta en una extraña vitalización, en una paz inalcanzable de otro modo, en una sabiduría infusa que no admite razonamientos. Puede que sea porque la mente
es parte de esta esencia "ronroneante" del vacío cósmico o también, como algunos creen, porque esta esencia no es más que el pensamiento de un Dios en el acto de amar todo lo que ha creado.




                                   
                                   




 

Lectura recomendada:
Quantum Entrainment
Frank Kinslow
Editorial Srio

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