viernes, 17 de febrero de 2012

LA GALAXIA INTERIOR







¿Qué es esto?  ¿Una galaxia del universo conocido o una red neuronal del cerebro humano?

Podría ser ambas cosas. De hecho, no solamente son casi idénticas sino que poseen el mismo número de estrellas o de neuronas: entre cien y doscientos mil millones, según evaluaciones recientes. ¿Es una casualidad? Desde luego que no, aunque por el momento no entendamos la significación de este paralelismo.

Tanto el cerebro como la galaxia son productos de la evolución, y el hecho que un niñ@ nazca con tal tremendo hardware dentro del cráneo, que se desarrolla en seguida y empieza a crear software mental generativo, ejecutivo y emocional, es el resultado de algunos millones de años de estímulos permanentes en forma de instintos de supervivencia, de voluntades de progreso, de peligros y fracasos, de errores, de conclusiones y tanteos y, finalmente, de amor y de protección y de confort.

Nuevas amenazas se ciernen -como siempre- sobre el género humano. Yo destacaría el desequilibrio entre aumento brutal de la población y la deficiente organización de los recursos planetarios, que afecta y de qué manera el futuro previsible de la Tierra y sus pobladores. Además, descubrimos de repente que gran parte de los inmensos recursos dinerarios de Occidente estaban construídos de humo especulativo-financiero. Lo único que sigue creciendo son los sectores tecnológicos, que probablemente vayan a constituir el fundamento de la nueva forma de sociedad, o al menos así lo esperamos. Pero mientras tanto, ¿qué va a ocurrir con el continente africano y otras zonas de subdesarrollo donde mueren de hambre dos millones de niños al año?

Hay que empezar a pensar en otros términos.  Hay que regresar a la cultura del trabajo, en gran parte ahora una cultura digital que puede facilitar la exportación de los sistemas de generar valor a todo el planeta, porque su circulación es inmediata y la información puede transmitirse en tiempo real. Parece una fábula, pero esto ya está sucediendo. Me consta que en ciudades mayores de África, de América latina y de la India, por ejemplo, están apareciendo sorprendentes núcleos de innovación tecnológica con ideas frescas; departamentos de desarrollo de empresas jovencísimas sin lastres de prejuicios ni de viejas experiencias; iniciativas casi desesperadas producto quizá de necesidades vitales a resolver en seguida. Es posible que otra vez, como tantas otras en el transcurso de la historia de la humanidad, el Homo Sapiens tenga que verse al borde del precipicio para reaccionar y salvarse. ¿África la innovación y China la producción? Vivir para ver. El futuro está en el Sur.

Los retos son colosales, pero está claro que la construcción de la nueva sociedad va a ser muy rápida porque pasa por la utilización de los recursos mentales más que en cualquier otra época. Tecnología y mente se sinergian y retroalimentan. Amigos, no olviden que tenemos una galaxia dentro del cráneo. Hemos aprendido más sobre su funcionamiento en los últimos diez años que en toda la historia de la medicina. Los niveles a los que trabaja la mente, analizados, aparecen casi como diseños de un programador ángélico-búdico de otra dimensión. Pero es que además nos ha sido dada la llave, no tan sólo de su reprogramación permanente, sino también de la modificación estructural de las áreas clave a través del propio pensamiento.
Creo que en ello puede radicar la posibilidad de salir de este atolladero, y al tiempo enseñar a los que vienen detrás de nosotros cómo pueden ser dueños de su propio destino. Lo primero es comprendernos, para luego poder comprender. Existen razones para el optimismo. Hay que rescatarlas de entre la niebla.

  

links:

http://www.oliverquinlan.com/
http://www.dreig.eu/

















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