sábado, 31 de agosto de 2013

LA CONEXIÓN MENTE-ESPÍRITU







Dando por sentado que el espíritu es nuestro yo inmaterial (o conciencia), y que la mente es el software que lo sustenta en el mundo material,  parece que la ciencia sigue acercándose a la religión, para contradecirla en los detalles literales pero para certificarla en bastantes concepciones. ¿Qué significa esto? Quizás puede significar que, tomando las religiones como metáforas de una realidad superior y las ciencias como una documentación provisional de las realidades inferiores, seremos capaces de avanzar en el conocimiento global de quiénes somos y por qué estamos aquí.

Lo cierto es que la ciencia de hoy nos plantea este teorema cuántico alucinante: en el universo material todo está formado por átomos. Un átomo es un núcleo de protones y neutrones alrededor del cual giran electrones. ¿Qué es eso? Pues un sistema solar. Nosotros mismos somos un enorme conjunto de células constituídas igualmente por sistemas solares. La distancia entre el núcleo y los electrones de este sistema es inmensa (en relación al tamaño), y mucho mayor que la distancia entre el sol y los planetas es decir, que estamos hablando de un vacío colosal. Así que, desde el punto de vista material, nosotros estamos hechos de espacio vacío. Pero hay mucho más: el núcleo del átomo está otra vez compuesto por subpartículas y otra vez subpartículas de éstas que en la dimensión infinitesimal acaban siendo una cuerda de energía que vibra. Energía; pura energía cargada de información; la que hace que las cosas vivan y crezcan y evolucionen, la energía que está al otro lado del signo igual de la fórmula de Einstein. La materia por sí sola es poca cosa: hay que multiplicarla por una constante desmesurada, que es la velocidad de la luz al cuadrado, para que pueda igualar el caudal de la otra orilla de la fórmula, traspasando este maravilloso signo igual que es justamente donde se nace o se muere, es decir, la puerta de la vida inmaterial a la vida material (nacimiento del ser físico) o de la vida material a la vida inmaterial (muerte del ser físico).

E=mc2  Cuando somos seres sólo espirituales estamos en la E (energía). Cuando somos seres físicos estamos en la m. ¿Ocurren trapaspasos sucesivos espíritu-materia (vida-muerte) durante eones de tiempo como proponen budistas e hinduístas, conservando una identidad suprema perpetua y renovando la personalidad del mundo material en distintas identidades sucesivas? Yo no lo sé, pero me gusta la tesis. La encuentro lógica. Nacer al mundo físico sería como ir a la escuela. Y, terminada la clase, volver a casa. Y al día siguiente volver a la escuela. Y así sucesivamente. Aprendiendo cada día más cosas hasta llegar a ser un espíritu sabio, definitivamente inmaterial, que ya no va a la escuela. Me gustaría que fuera así.

A través de estas cuerdas energéticas cuánticas, nuestro cuerpo físico puede vibrar en la misma frecuencia que el universo. Si nos sintonizamos con él, se curan enfermedades, se cumplen deseos, se recibe y se da amor a las personas, se goza la naturaleza. Si ponemos nuestra mente a la contra de esta vibración universal, van a aparecer naturalmente molestias y desgracias de todo tipo. Es fácil, pero hay que concentrar la mente en nuestra propia vivencia, inhibiendo las apocalipsis siempre presentes en los medios de comunicación y la enorme variedad de personas tóxicas que nos rodean. Hay que proscribir la ira, la crítica negativa, el lamento, la envidia, el odio. Una de las múltiples maneras de hacerlo es la meditación: un diálogo con nuestro yo interior, al que pedimos ayuda para sintonizar aquellos nuestros pequeñísimos sistemas solares con los pequeñisimos sistemas solares de las hojas de los árboles, del mar, de las aves, de los familiares y amigos, de los pueblos y ciudades y países, del planeta Tierra, del sistema solar planetario, de la galaxia y del universo. Todo el conjunto vibra en la mente y la conexión con el espíritu nos hace sentir dioses en estos instantes. El universo está reflejado en cada una de las células del cuerpo humano.

La materia no es más que una manifestación burda del mundo real inmaterial. La materia es una ilusión; es un puro espacio vacío percibido con sentidos que operan a partir de un cerebro encerrado a oscuras en un cráneo. Es la energía que penetra por el canal cuántico hasta el núcleo atómico de nuestros menudísimos sistemas solares la que vitaliza y pone en marcha la materia, del mismo modo que el titiritero moviliza con sus dedos la figura de la marioneta desde fuera del guiñol. Bien, aquí estamos para la experiencia: sólo hay que aprender a utilizar esta energía para nuestro relajado bien y el de las personas que comparten la misma experiencia vital.

La ciencia y la religión son probablemente dos maneras distintas de aproximarse e interpretar una única verdad existencial. Un día le dije a un monje budista amigo mío, practicante relajado y feliz de esta religión tan bella como poco agresiva en el increíble Monasterio de Plana Novella (Garraf-Barcelona): ¿Podría ser que nosotros, los seres humanos físicos, fuéramos meros avatares de un programa de software de una supercivilización avanzadísima que experimentara con niveles alternativos de existencia?  Ja, ja, ja -rió-, eso mismo dice el budismo, con otras palabras desde luego, y con un añadido importante: esa supercivilización avanzadísima que mencionas seríamos nosotros mismos.

















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