martes, 7 de agosto de 2012

EL TALENTO HUMANO









Esa maravillosa capacidad para hacer fácilmente (y bien) algo específico se llama talento. Como si se hubiera nacido sólo para hacer esto: un sexto sentido que impulsa la mente hacia adelante y permite obtener éxito sin gran esfuerzo o, al menos, sin gran esfuerzo aparente.

Mozart era un músico profesional y Salieri también. La diferencia es que el primero tenía un talento estratosférico y el segundo no. La obra de Mozart es la cúspide de la música universal. Cuando talento, técnica y profesionalidad se unen el resultado es una obra genial. ¿De dónde sale el talento?

Actualmente se suele admitir que los procesos neuromecánicos del cerebro tienen una sistemática similar a los de las redes cibernéticas (o debería decirlo al revés?) es decir: no existe ningún centro de administración y sí una infinidad de zonas de redes neurológicas fluctuantes que se hacen más o menos tupidas a tenor de la información que circula por ellas; de trends que el pensamiento moldea (y no siempre controla); de áreas que, de deteriorarse, son suplidas por otras en sus funciones y de patrones de emoción o de conducta que perviven allí para siempre. ¿Puede construirse el talento a partir de estas bases? No del todo. Parece ser que la base principal habría de ser genética, y esto sí que es un discurso del todo diferente que va desde los eventuales signos generacionales hereditarios hasta la idea de una gónoda o molécula espiritual perviviendo fuera del espacio-tiempo que reencarna en materia sucesivamente para perfeccionarse y progresar.

Sea como fuere, la cuestión es que la base genética del talento constituye la plataforma sobre la que construir una habilidad producto de un entorno, de la propia voluntad y del ejercicio mental sistemático. Si el niño Wolfgang Amadeus tiene ya una base genética extraordinaria para la música es evidente, porque incluso de bebé reacciona muy favorablemente a ella. Además ha nacido en una familia musical, y la red neuronal de su cerebro se va formateando diariamente con estímulos musicales, hasta que al final se produce en su cerebro un automatismo productor de música que es una especie de recomposición de todos los estímulos musicales absorvidos por el nivel subconsciente de la mente durante años, combinados con la supuesta genética hereditaria.

¿Cómo descubrir los probables talentos de un niñ@ para estimularlos convenientemente en el sentido adecuado? Bueno, observando. Haciendo propuestas. Reproduciendo imaginativamente cualquier actuación humana. Siempre jugando. Un amigo mío intentó todo esto con su hija durante un tiempo sin percibir ninguna afición especial, hasta que progresivamente se dió cuenta, asombrado, que la niña tenía una capacidad fuera de lo común para formularse oralmente es decir, para hablar. De hecho, con cinco años escuchaba atentamente debates en televisión y hasta discursos políticos, y luego incorporaba automáticamente a su vocabulario algunas de las expresiones oídas. De mayor será como mínimo presidenta de gobierno, solía bromear mi amigo.

Así que de dónde sale el talento continúa siendo un misterio, aunque sabemos que es en gran parte genético y preeducacional. Otros creen que se trata de un soplo angélico aprendido en otra existencia inmemorial. O la capacidad de conectarse con esa sabiduría universal o conciencia cuántica que, como prana de la mente, se halla alrededor de nosostros y en todas partes. Y de esta manera la dosis de talento hace que un campeón@ esté casi siempre un pasito por delante de sus competidores: una capacidad intuitiva que desmarca, que replica, que remata. Es estar a gusto donde los demás no están a gusto, llegar un poco más lejos del punto donde los demás renuncian, persistir ante lo aparentemente imposible. Hacer fácilmente aquello que parece difícil. Conquistar de manera apacible lo que a los demás les cuesta un mundo de trabajo y sudor.

Pero el talento por sí solo no hace un ganador@. La determinación, la ilusión, el trabajo, la ejercitación sistemática, la perseverancia y la estrategia deben de todos modos acompañarlo. Y atención: los que no tienen especial talento para algo también podrán ser campeones. Aunque deberán suplir esta falta con una dosis realmente extra de las cualidades acabadas de mencionar. Al final, nada es imposible para nadie.














¿Le gustó este post? Charles Bennet apreciará sus comentarios. Gracias.

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