viernes, 31 de agosto de 2012

EL PAIS DE LOS DANESES





Ya les dije que me iba de vacaciones a Dinamarca, que es un país como los demás sólo que extremamente limpio y mantenido, verde, amable, alegre y tolerante, cívico y anticorrupto, con una democracia fresca y antigua. Con una imagen de país deliciosa: Andersen; daneses trajinando tranquilamente por sus ciudades ordenadas, por sus pueblos apacibles de agricultura modélica; ejército y policía invisibles en un estado agnóstico y civil al servicio de la gente.

Es un país como a mí me gustan los países: pequeño y asequible, de patriotismo suave, donde no hay redentores ni santos ni héroes; ni curas, ni militares ni nadie que te quiera salvar de nada. Si además el buen tiempo acompaña (cosa que ocurrió durante mi estancia) la sensación de bienestar y comunión con un paisaje dulce y ondulado es perfecta. Hay una reina inofensiva que no manda pero trabaja, según dicen, de relaciones públicas del país. El territorio está dividido en barrios pequeños (comunas) que son centros administrativos autónomos con recaudación fiscal, administración y servicios propios.

Los inmigrantes, en su mayoría árabes, constituyen el nuevo reto de una sociedad hasta ahora de cultura protegida, un poco endogámica, de idioma poco asequible, orgullosa de sus conquistas sociales. Los recién venidos no van a cambiar nuestra manera de vivir, dicen, y nosotros vamos a respetar la suya. Y sin embargo un artículo de la periodista sueca Ingrid Carlqvist puso en evidencia lo que muchas mujeres danesas pensaban: nosotras, que luchamos décadas para que la mujer tuviera igualdad de derechos, ¿hemos de integrar ahora en nuestro país culturas que, en nombre de la tradición o de la religión, degradan a la mujer conculcando sus derechos más elementales? La respuesta es no. Pues por este no, Carlqvist fue en Suecia tildada de nazi y boicoteada en los medios de comunicación. No estoy contra los inmigrantes, estoy a favor de los derechos de sus mujeres, repetía ella.

En mis periplos por el norte de Jutlandia conocí a una señora llamada Lone Panduro, y me llamó la atención su castellano apellido, así que le pregunté si su padre era español. Mi padre no, mi tatarabuelo, contestó. Verá: en 1807 llegó un contingente de quince mil soldados españoles a Dinamarca enviados por un tal Godoy, en tal tiempo todavía aliado de Napoleón, que supuestamente debía ayudar a los daneses ante las posibles invasiones rusas o británicas. No ocurrió nada, así que los españoles se dedicaron a pasarlo bien y confraternizar abiertamente con los daneses, me atrevería a decir que más bien con las danesas, hasta que Francia se convirtió en enemigo de España y fueron repatriados. Pero cinco mil de ellos ya no regresaron, y se fueron integrando paulatinamente a la sociedad danesa. Mi tatarabuelo violó un día a mi tatarabuela, aunque en seguida se arrepintió y le pidió perdón y además que se casara con él. Mi tatarabuela, cabreada, se lo pensó un tiempo pero finalmente aceptó. Tuvieron doce hijos.

¿Quién da más? Los países escandinavos no son perfectos, pero como ciudadano uno tiene la sensación que el Estado está a tu favor y, cuando no lo está o algo va mal, este ciudadano se manifiesta y el responsable dimite inmediatamente. O lo echan, como ocurrió en Islandia. Los países que van bien suelen tener poca historia. Suelen tener un cierto recorrido social sin demasiados acontecimientos trágicos, que son los que en definitiva acaban conformando La Historia. Dinamarca es una monarquía constitucional de más de mil años, y los daneses acuden con banderitas a saludar a la reina el día de su cumpleaños, custodiada por unos soldaditos daneses de opereta con un gorro peludo enorme y uniforme de colores, ja, ja. Pero, como decía un amigo danés, estos soldaditos todavía están ahí y en cambio ¿qué se hizo de las invencibles divisiones de soldados marcadores del paso de la oca de la Wehrmacht?





























martes, 7 de agosto de 2012

EL TALENTO HUMANO









Esa maravillosa capacidad para hacer fácilmente (y bien) algo específico se llama talento. Como si se hubiera nacido sólo para hacer esto: un sexto sentido que impulsa la mente hacia adelante y permite obtener éxito sin gran esfuerzo o, al menos, sin gran esfuerzo aparente.

Mozart era un músico profesional y Salieri también. La diferencia es que el primero tenía un talento estratosférico y el segundo no. La obra de Mozart es la cúspide de la música universal. Cuando talento, técnica y profesionalidad se unen el resultado es una obra genial. ¿De dónde sale el talento?

Actualmente se suele admitir que los procesos neuromecánicos del cerebro tienen una sistemática similar a los de las redes cibernéticas (o debería decirlo al revés?) es decir: no existe ningún centro de administración y sí una infinidad de zonas de redes neurológicas fluctuantes que se hacen más o menos tupidas a tenor de la información que circula por ellas; de trends que el pensamiento moldea (y no siempre controla); de áreas que, de deteriorarse, son suplidas por otras en sus funciones y de patrones de emoción o de conducta que perviven allí para siempre. ¿Puede construirse el talento a partir de estas bases? No del todo. Parece ser que la base principal habría de ser genética, y esto sí que es un discurso del todo diferente que va desde los eventuales signos generacionales hereditarios hasta la idea de una gónoda o molécula espiritual perviviendo fuera del espacio-tiempo que reencarna en materia sucesivamente para perfeccionarse y progresar.

Sea como fuere, la cuestión es que la base genética del talento constituye la plataforma sobre la que construir una habilidad producto de un entorno, de la propia voluntad y del ejercicio mental sistemático. Si el niño Wolfgang Amadeus tiene ya una base genética extraordinaria para la música es evidente, porque incluso de bebé reacciona muy favorablemente a ella. Además ha nacido en una familia musical, y la red neuronal de su cerebro se va formateando diariamente con estímulos musicales, hasta que al final se produce en su cerebro un automatismo productor de música que es una especie de recomposición de todos los estímulos musicales absorvidos por el nivel subconsciente de la mente durante años, combinados con la supuesta genética hereditaria.

¿Cómo descubrir los probables talentos de un niñ@ para estimularlos convenientemente en el sentido adecuado? Bueno, observando. Haciendo propuestas. Reproduciendo imaginativamente cualquier actuación humana. Siempre jugando. Un amigo mío intentó todo esto con su hija durante un tiempo sin percibir ninguna afición especial, hasta que progresivamente se dió cuenta, asombrado, que la niña tenía una capacidad fuera de lo común para formularse oralmente es decir, para hablar. De hecho, con cinco años escuchaba atentamente debates en televisión y hasta discursos políticos, y luego incorporaba automáticamente a su vocabulario algunas de las expresiones oídas. De mayor será como mínimo presidenta de gobierno, solía bromear mi amigo.

Así que de dónde sale el talento continúa siendo un misterio, aunque sabemos que es en gran parte genético y preeducacional. Otros creen que se trata de un soplo angélico aprendido en otra existencia inmemorial. O la capacidad de conectarse con esa sabiduría universal o conciencia cuántica que, como prana de la mente, se halla alrededor de nosostros y en todas partes. Y de esta manera la dosis de talento hace que un campeón@ esté casi siempre un pasito por delante de sus competidores: una capacidad intuitiva que desmarca, que replica, que remata. Es estar a gusto donde los demás no están a gusto, llegar un poco más lejos del punto donde los demás renuncian, persistir ante lo aparentemente imposible. Hacer fácilmente aquello que parece difícil. Conquistar de manera apacible lo que a los demás les cuesta un mundo de trabajo y sudor.

Pero el talento por sí solo no hace un ganador@. La determinación, la ilusión, el trabajo, la ejercitación sistemática, la perseverancia y la estrategia deben de todos modos acompañarlo. Y atención: los que no tienen especial talento para algo también podrán ser campeones. Aunque deberán suplir esta falta con una dosis realmente extra de las cualidades acabadas de mencionar. Al final, nada es imposible para nadie.














¿Le gustó este post? Charles Bennet apreciará sus comentarios. Gracias.

viernes, 3 de agosto de 2012

LA MENTE DE RAFA NADAL







Cada punto es una batalla que se puede ganar o perder. Una serie de puntos ganados estratégicamente hacen ganar un juego. Una serie de juegos ganados estratégicamente hacen ganar un set. Una serie de sets ganados estratégicamente hacen ganar un partido. Y, en seguida, a jugar otro partido. Y luego otro y otro y otro.

Esta hermosa metáfora de la vida requiere de un gran entrenamiento físico y de una técnica de altísimo nivel, desde luego. Pero principalmente requiere de un dominio mental de las situaciones; de saber cuando y dónde unos puntos son más decisivos que otros, dónde se puede estar más relajad@ y dónde hay que poner toda la carne en el asador. Y de cómo conservar la cabeza en cualquier situación.

En la vida se ganan y se pierden cada día pequeñas batallas que, juntas, conformarán la ganancia o pérdida de una cuestión. Y las ganancias y pérdidas de sucesivas cuestiones conformarán la ganancia o pérdida de un determinado proyecto. Y la suma de proyectos ganados o perdidos acabarán conformando una vida. Y, como en el tennis, no es la suma lineal de ganancias y pérdidas la que decide el resultado, sino la combinatora de ciertas ganancias y ciertas pérdidas ocurridas en momentos oportunos.

Rafa ha sido entrenado mentalmente para afrontar situaciones deportivas límite desde una mente rectora inasequible a la euforia o al desaliento, independientemente de cuál sea esta situación. Por eso puede hacer con sencillez algo muy difícil:  ir abajo en el marcador y remontar y acabar ganando el partido. La concentración de la atención es la clave para un control mental de estas características. Según el pensador hindú cachemiro Patañjali (256 a.c.), "el yoga consiste en impedir, por el control, que la mente tome diversas formas. Durante el tiempo de la meditación, el yo vidente descansa en su propio estado inmodificado. En los demás momentos el yo vidente está identificado con las modificaciones."  Siguiendo un entrenamiento mental a partir de este principio, el nivel de concentración llega a una cotas donde sólo existe el partido de tennis en su desarrollo presente (no un presente de "este partido" sino un presente de "este sólo instante"). Se han eliminado todas modificaciones dispersadas y la mente focaliza en la acción momentánea. Han desaparecido las emociones y los dolores. Se puede sufrir y gozar sin consecuencias. El entorno no existe. El mundo es una pelota de tennis.

Una alta capacidad de concentración de la mente se alcanza con la práctica regular. Una mente humana moderna suele tener un grado de dispersión colosal, pensando y actuando sobre la marcha, haciendo decenas de cosas a la vez, interaccionando socialmente sin parar, mirando la televisión, enviando eseemeeses... no es así como se logra alcanzar objetivos. Practicar la concentración consiste en pensar una sola cosa durante un tiempo determinado, en un entorno tranquilo, eliminando pensamientos laterales y disgresiones. No es fácil al principio, pero cuando se alcanza un cierto nivel la vida empieza a cambiar, porque se ha aprendido a dirigir el pensamiento del mismo modo que se dirige un auto por una carretera. Es una especie de unificación de la mente. Y además, quien se halle totalmente concentrad@, totalmente absorvid@ por esta unificación no tendrá tiempo para ser infeliz. Su propia mente no le dejará espacio para eso.




 Maria Sharapova. Campeona de Roland Garros.









 ¿Algún comentario o vivencia personal para comentar? Charles bennet estará encantado de responderle. Gracias.