jueves, 29 de septiembre de 2011

FAIR PLAY



Un conocido entrenador de fútbol justificaba hace poco la derrota de su equipo con que, entre otras excusas, los recogepelotas del campo rival se entretenían a la hora de devolver la pelota al campo porque, según él, habían recibido intrucciones en este sentido por parte del entrenador rival.

Dudo mucho que se pueda perder un partido por un motivo tan irrisorio pero, si el hecho fuera cierto y mi hij@ fuese un recogepelotas de este campo, no le permitiría volver a actuar como tal. Intentaría desterrar de su mente, desde bien pequeñ@, todo atisbo de truco, jugarreta, triquiñuela o trampa, con la intención de formarle una mentalidad noble y campeona. No sólo en el deporte. Especialmente no sólo en el deporte. Especialmente en el noble juego de la vida. Porque el deporte, aunque importante, no deja de ser una metáfora de la vida. Y al final, lo que cuenta en la vida es estar en paz con un@ mism@. Se gane o se pierda, dormir tranquil@. ¿Podría hacerle un regalo mejor?

Los campeones auténticos no usan trucos porque no los necesitan, pero también porque creen que, sin el factor nobleza, la victoria es efímera y no sabe bien. Por desgracia, no es ésa la lección que imparten los modelos de comportamiento de muchos personajes que se ven hoy por televisión, hijos de la filosofía del "todo vale". De hecho, en televisión como en los medios de comunicación en general, parece casi como si se promoviera a los trileros de la competición (deportiva, financiera, social, política o lo que sea), que acaban teniendo mucha más presencia en esos medios, viendo así sus gracias de listillos insolidarios/incívicos reídas por una audiencia hambrienta de carnazas más o menos abyectas.

Los deportes minoritarios han salvado su fair-play de manera más fácil. En el tenis, por ejemplo, se siguen aplaudiendo también los aciertos del rival y nunca se abuchea a un competidor como no sea para justamente recriminarle su falta de fair-play. Pero en el fútbol, deporte-espectáculo brutamente masivo-televisivo, se silba al adversario por el mero hecho de serlo, se protestan todas las faltas pitadas en contra del equipo propio, se cometen muchas faltas violentas, se simulan caídas y golpes, se reclaman amonestaciones con el fin de que expulsen a un contrario, se pierde tiempo, se deja crecer la hierba para molestar al adversario...me gustaría saber si entrenadores y jugadores son conscientes de que hay millones de niños mirando (que les están tomando por modelos a seguir), y que estos niños van a ser los ciudadanos de la sociedad del futuro más próximo.

Los políticos primero y los educadores y entrenadores a continuación deberían tomar las medidas para evaluar y castigar actuaciones antiéticas de personajes públicos. Para ello, cada colectivo debería aprobar y publicar un código de conducta. Ya sé que estoy pidiendo la luna, porque los intereses económicos y políticos privan muy por encima de lo que digo. Pero en tiempos de los hippies se decía algo muy divertido e interesante: "Sé realista. Pide lo imposible."




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