La actitud indestructiblemente optimista del ser humano es la que le hizo prosperar e imponerse a todos los demás seres vivientes del planeta de una manera tan desmesurada. Efectivamente, cuando un animal se encuentra en superioridad ataca, y cuando se siente en inferioridad, huye. El ser humano, en cambio, tiene siempre una esperanza positiva en la mente que le hace creer que, por encima de cualquier lógica o experiencia anterior adquirida, el futuro será mejor porque todo saldrá bien. Esto le ha llevado frecuentemente a seguir luchando aún cuando no se perciba posibilidad de victoria, a persistir cuando no hay salida, a no rendirse jamás sean cuales sean las perspectivas. Allí donde todos los animales se detienen, los humanos continúan. No hay muchas más diferencias. En todo caso, ésta es la decisiva.
El cerebro humano, nuestro indescriptible bio-ordenador regente, dispone de mecanismos para las tareas mentales más insospechadas. Los recuerdos y su gestión, por ejemplo. Hay informaciones que se almacenan en la memoria del corto plazo; hay informaciones que se almacenan en la memoria del largo plazo. ¿A qué hora llegará el tren? A las ocho. Esa es una información que se guardará por lo menos hasta las ocho (y seguramente un poco más, pero no mucho más, y máximo dos años, de no mediar un envoltorio emocional) Un año después: ¿Recuerda a qué hora pasaba el tren que usted tomó para XX el año pasado por estas fechas? Hum, no sabría decirle... creo que a las ocho. Cinco años después: Una vez usted tomó el tren para XX ¿recuerda a qué hora pasaba? No, no lo recuerdo. ¿Recuerda el dia que nació su hijo? Claro que sí. ¿Cuánto tiempo hace? Venticinco años, era por estas fechas, era monísimo, no tenia casi pelo y una naricita respingona. La enfermera me dijo que era el más guapo de la nursery. Vino mucha gente a traerme flores. Con gran emoción, el recuerdo pervive para siempre.
Además, la información la almacena el consciente cuando es muy útil, quizás forzando un poco la tecla mental del interés (que es una forma ligera de emoción): mi pin es 0744 (J.Bond + mi edad actual), o el inconsciente cuando es muy emocional: hoy se cumplen diez años del dia en que salvé la vida en un accidente. Miríadas de datos se cuelan a cada momento en el consciente y en el inconsciente, tanto si queremos como si no queremos. ¿Si no queremos? También. ¿Podemos rechazar datos que nos son suministrados por nuestros sentidos? No, no podemos.
La información penetra y se acomoda en el nivel memorístico que las circunstancias le permiten. No podemos impedirlo. Pero puede ser rescatada con gran facilidad o con mayor o menor dificultad. Nunca volverá a ser idéntica, puesto que el cerebro tiende a modificar el recuerdo neutro idealizándolo (historias de la mili). Pero también posee la sorprendente habilidad de bloquearlo completamente cuando es no deseado o lesivo. Este olvido selectivo es generalmente automático, y afecta por ese mismo motivo el nivel inconsciente. Parece que la zona de la corteza prefrontal dorsolateral (CPFdl) se muestra especialmente activa cuando se trata de reprimir u olvidar recuerdos de todas clases, pero especialmente los traumáticos, inhibiendo pequeñas redes neuronales en el hipocampo que albergan la información a borrar. Una auténtica tecla Supr que ayuda nuestra mente a recobrar niveles de serenidad después de traumas físicos o mentales. El problema de los recuerdos traumáticos es que afectaron los niveles inconscientes, que son muchísimo más sensibles que los conscientes, donde puede haber quedado una herida mal cicatrizada. Pero cuando el pensamiento le dice a la mente (o alguien se lo dice repetidamente) "olvídalo", "déjalo", "no pienses más en ello", etc., sorpresivamente el recuerdo tiene tendencia a difuminar sus contornos y pasar a un nivel aún más recóndito donde cada vez resultará más difíl de alcanzar.
Así pues como tenemos áreas cerebrales destinadas a recordar, también tenemos áreas destinadas a olvidar. Fantástico mecanismo sin el cual nuestra mente arrastraria permanentemente el recuerdo vívido de las desgracias y las tragedias sufridas, propias y ajenas, que la convertirían en un pozo de angustia en la que el ser se iría sumiendo. ¿Podría la depresión profunda estar relacionada con un malfuncionamiento del área CPFdl?
En todo caso debemos ser conscientes de este magnífico instrumento de la mente y aprenderlo a usar voluntariamente. A menudo simplemente evitando acercarse al pensamiento o la forma mental traumática. O también autoprogramándose con afirmaciones como las mencionadas. O aún más simplemente: prepararse un refugio mental idílico, un lugar soñado, la imagen de una persona amada, o similar y tenerla preparada para sustituir al recuerdo maléfico cuando éste aparezca. Haciéndolo, finalmente se desvanece.
Para saber más sobre este tema:
The neurobiological role of dorsolateral prefrontal cortex in recovery from trauma
I.K.Lyoo et al.
Archives of General Psychiatry, vol 68
pags. 701-713
2011
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