jueves, 25 de julio de 2013

EDUCANDO LAS EMOCIONES






            
"Ojalá hubiera tenido la valentía de vivir la vida fiel a mí mism@, y no a la vida que otros esperaban de mí."

 Según revelaciones de una enfermera especialista en cuidados paliativos de enfermos terminales, este lamento es el más común en boca de personas próximas a la muerte. Otros lamentos corrientes son: "me gustaría haber tenido la valentía de expresar mis sentimientos" y "no entiendo por qué no me permití ser más feliz". Pues sí. Tiene razón. La felicidad es una elección. Y a los que no se atrevieron a mostrar sus sentimientos reales con objeto de, por ejemplo, mantener la paz en una relación o situación, ¿qué les vamos a decir? ¿Puede haber algo más triste que contener sentimientos que se van volviendo opacos y enfermizos, causando todo tipo de desequilibrios síquicos y metabólicos?

Parece ser que las emociones, que son el pariente tierno de los sentimientos, son el nexo armonizante de cuerpo y mente es decir, del ser humano. ¿De dónde salen? ¿Por qué un niñ@ llora cuando nace? El ser humano es un sistema de deseos atemperados por un sistema de temores, y de este equilibrio-desequilibrio emocional resulta la persona que progresa o regresa, que se muestra o se esconde, que brilla o se apaga.
Pensamientos y sentimientos van siempre juntos y se influyen recíprocamente. Por eso, en la medida en que podamos educar las emociones de los niños, estaremos educando su manera de pensar.

¿Cómo educar las emociones? Se trataría canalizarlas, de potenciarlas o de reconducirlas. Nada hará que un niñ@ emocionalmente impulsiv@ deje de serlo, pero sí podemos enseñarle a dosificar su impulsividad para usarla en los momentos oportunos, a veces con toda su potencia, otras atemperada por la civilidad y la cortesía. No podemos olvidar que las emociones son el mecanismo que plantea las metas más elevadas del cerebro. Y tampoco que las emociones negativas pueden plantear un nivel de destrucción síquica aterrador. Según Daniel Goleman, sintetizador del la "inteligencia emocional", ésta abarca cinco competencias básicas:

-el conocimiento de las propias emociones
-la capacidad de controlar estas emociones
-la capacidad de motivarse a sí mism@
-la capacidad de reconocer las emociones ajenas
-el control de las relaciones

Las emociones adecuadas aceleran la toma de decisiones. Los acontecimientos emocionales son recordados para siempre. Las emociones son la fuente esencial de información para el aprendizaje. Y, ¿donde podemos encontrar y cómo podemos educar la inteligencia generadora de emociones?

Dejando a aparte cuestiones genéticas y hereditarias, el motor de esta inteligencia es probable que se encuentre en las creencias. Por eso, desde el punto de vista educativo, lo importante es suscitar creencias adecuadas en los niños. Las creencias se implementan sugiriéndolas de modo repetitivo al educado, y se combinan con las creencias que el educado ya ha adquirido por su propia cuenta. La creencia forma un suelo sólido donde construir emociones impulsoras o buenos hábitos afectivos. Y las emociones impulsoras lanzan primero las expectativas, y luego las ilusiones, y luego la acción y finalmente la realización personal. Es crucial para el educador (o para el auto-educador en el caso de un adulto) tener muy presente que es más fácil adquirir malos que buenos hábitos afectivos. En efecto, y yo no sé si debido a la segunda ley de la termodinámica, que es la entropía, resulta más fácil no hacer nada que hacer algo; más fácil deprimirse que animarse, ser pesimista que optimista, tener miedo que ser valiente, ser inestable emocional que ser estable, ser insociable que ser sociable, ser perezos@ que ser trabajador... las cosas que no se cuidan acaban por caer al suelo, y se necesita una mano afectiva que se tome la molestia ilusionada de emplazarlas y reemplazarlas una y otra vez en su lugar en lo alto. Hay que trabajar por el orden. Sin parar. Arreglando con esfuerzo lo que se desarregla solo. Hay que mimar las emociones afectivas y dejar que se muestren, compartirlas sin miedo. Mostralas sin pudor. Ayudar a los niños a hacerlo. Hay que cuidar las emociones y reconducirlas cuando se deterioran. Las nuestras y las de los niños que educamos. Es la manera que las cosas salgan bien y la energía emocional se distribuya por nuestro entorno social, creando empatía. Los niños también lloran y no pasa nada.

Así que es más que probable que nuestras realizaciones finales estén determinadas por nuestras emociones, y nuestras emociones estén determinadas por nuestras creencias, y veamos lo que sigue aproximadamente hablando:

Ella cree firmemente en el matrimonio por amor; en la familia, los hijos. Él también, pero no tanto.

Él:   (nervioso, dubitativo) Te quiero, ¿quieres casarte conmigo?
Ella: (emocionada) Sí, sí que quiero (los ojos se le llenan de lágrimas) (se abrazan)
Él:   (contento, pero con un atisbo de inquietud)  No llores, todo saldrá bien.

La función de la inteligencia emocional es dirigir el comportamiento.









































domingo, 14 de julio de 2013

TEORIA DE LA TRANSGRESIÓN




    ¿POR QUÉ LES GUSTA TANTO EL CHIPI CHAPE?




Observando el comportamiento de los niños y su relación con el mundo que les rodea, podemos redescubrir actitudes que nos aproximan al gusto de vivir la vida, esto es, a la felicidad. Miles de filósofos y de neurólogos y de sicólogos y de estudiosos del comportamiento humano se repreguntan en qué consiste la felicidad, mientras tienen a los niños delante que juegan y viven la vida en una especie de nube mental dichosa que se solapa con la realidad perceptual. En una magnífica combinación de imaginación y realidad, actos y emociones que se interpenetran en un presente rabioso sin concesiones a nostalgias ni expectativas.

Los adultos van instalando marcos disciplinarios alrededor de su mente libertaria (y así debe de ser para que la convivencia resulte posible), pero los niños encuentran estimulante ( y también sienten un placer especial) en romperlos de vez en cuando: el ser humano es el único animal del planeta Tierra capaz de poner en duda y transgredir sus propios programas biogenéticos y neurobiológicos. Y éste es su triunfo. Comportamientos impredecibles no son lo mejor como norma, pero sí en cambio como excepción. Nadie podría ir más allá si no fuera así. Los animales en general, prisioneros de su programación genética, pueden pasar millones de años sin modificar su comportamiento, si es que les va bien así. Los humanos, en cambio, tienen el problema inverso: como son tan creativos (es decir, tan transgresores), su comportamiento individual y colectivo se modifica constantemente, haciéndoles progresar y a la vez poniendo en peligro su propia continuidad como especie. Este comportamiento es divertido e inestable.

Desde el punto de vista evolutivo, la especie que más éxito ha tenido sobre el planeta son las hormigas: ya existían en la época de los dinosaurios, están inmodificadas desde hace quinientos millones de años, son la especie más numerosa de la Tierra y prácticamente inextinguibles. ¿Cuáles son las claves?  Para un éxito evolutivo tan descomunal tuvieron que renunciar a dos de los grandes estímulos del existir: la vista y el sexo. De esta manera, un ejército de autómatas biológicas trabaja en beneficio de la colectividad omnipresente, sin ganancia invidual de ninguna clase. Ningún individuo puede materialmente exceder los límites de su propio software biológico. Algunos animales (los domésticos) pueden modificar algo su comportamiento con ayuda de los humanos, aunque siempre se trata de cambios irrelevantes.

Los humanos tenemos un software bio-emocional, del sexo a la nostalgia o al entusiasmo o a la analítica o a la gandulería. Pero, sobretodo, al amor, que es la fuerza que mantiene el mundo físico y el espiritual como compactados. Todo ello proviene de una base genética implantada en el transcurso de los tiempos, pero disponemos además de programas heredados de nuestra propia familia, educativos, de interacción social, de cultura y de entorno: podemos pasar de la sabiduría a la ternura, de la irritación al humor todo regido por una mente gloriosa que, rizando su propio rizo evolutivo, es capaz de programarse a sí misma. Es la mayor de las transgresiones. Para autoimplantarse un programa de comportamiento con frecuencia hay que eliminar uno anterior, y en esto consiste el crecimiento mental.









                                          Ich muss da mal eben was erledigen...  















sábado, 6 de julio de 2013

EL HOMBRE MURCIÉLAGO



                                                                                                          Foto: Marco Grob




En el número de Julio de 2013 de la revista National Geographic, hay una entrevista de Michael Finkel a Daniel Kish de gran interés. Una demostración más de las posibilidades de nuestro cerebro, que están muy lejos de haberse utilizado. Transcribo a continuación su contenido.

"Daniel Kish hace algo asombroso que nos obliga a reflexionar sobre todo el potencial del cuerpo humano que no aprovechamos. Kish nació con cáncer de retina y le tuvieron que extirpar los ojos cuando aún no tenía trece meses. Al poco empezó a emitir chasquidos con la lengua, unos sonidos que parecían ayudarle a moverse. Ahora tiene 47 años y se mueve usando la ecolocalización, como los murciélagos. Y lo hace tan bien que incluso es capaz de ir en bicicleta en medio del tráfico. Su Organización, World Access for the Blind, enseña a otros el arte del chasquido.

¿Cómo funciona la ecolocalización humana?
Cada chasquido produce ondas sonoras. Éstas rebotan en las superfícies que nos rodean y vuelven a mis oídos como un eco débil. Mi cerebro procesa los ecos convirtiéndolos en imágenes dinámicas. Es como mantener una conversación con el entorno.

¿Qué es lo que ve mentalmente cuando emite un chasquido?
Cada chasquido es como el flash tenue de una cámara. Construyo una imagen tridimensional de lo que me rodea en un radio de decenas de metros. De cerca, soy capaz de detectar un poste de un par de centímetros de grosor. A cinco metros, reconozco coches y arbustos. Las casas las localizo a cincuenta metros.

Pero sigue utilizando el bastón blanco.
Me cuesta detectar los objetos pequeños que están cerca del suelo y los desniveles.

¿Qué se siente al ir en bicicleta utilizando la ecolocalización?
Es emocionante, pero requiere una concentración enorme y continuada. Tengo que emitir chasquidos hasta dos veces por segundo, muchísimo más de lo habitual.

¿Es peligroso explorar el mundo de esta manera?
Gran parte del mundo vive aterrado ante toda suerte de amenazas, mucha veces imaginarias. A pesar de mi insaciable costumbre de subirme a todas partes, cuando era niño nunca me rompí ningún hueso.

¿Es difícil enseñar ecolocalización a otras personas ciegas?
World Access ha formado a casi mil alumnos ciegos en más de trenta países. A muchos les sorprende la rapidez con la que notan los resultados. Creo que todos tenemos la capacidad de la ecolocalización. Es posible que el hombre primitivo la usara cuando aún no había luz artificial. El hardware neuronal parece estar ahí, y yo he desarrollado maneras de activarlo. La visión no está en los ojos, sino en la mente.