Hoy, mientras me afeitaba, he estado paseando por la zona del Canal Beagle que, partiendo de Ushuaia, llega hasta la bahía de Lapataia, cerca de la frontera de Argentina con Chile. Después he volado por encima de la isla de Hornos, donde está el famoso cabo, y no he necesitado avioneta. La última vez hice este mismo paseo en la realidad física. Pero hoy lo he hecho todo con la imaginación, con una musiquilla de fondo que yo mismo me he inventado para amenizar el periplo mental.
¿Quién me estaba afeitando mientras tanto? Bueno, no sé, no recuerdo haber sido yo. Pero la verdad es que he terminado completamente afeitado, de la manera que a mí me gusta y sin corte ni incidencia de ninguna clase. ¿No es asombroso? Pues no. Como todos los días desde hace años, hay en mi cerebro una zona de habilidad afeitativa que se encarga de esta tarea. Es un pequeño(!) cúmulo de neuronas con las conexiones necesarias entre ellas para ocuparse eficazmente (gestionar todos los movimientos y utilizar los artículos necesarios) del afeitado de mi cara sin que mi mente esté allí.
Hay miles de estas zonas de habilidad adquirida en el cerebro para completar tareas específicas que pueden ponerse en modo automático si así se desea: montar en bicicleta, hablar inglés, cocinar una paella, abrocharse los zapatos, conducir un coche, recitar poemas, interpretar una radiografía... Miles y miles de habilidades construídas como módulos neuronales que operan tanto si la mente se ocupa de ellas como si se ocupa de otra cosa o le da por quedarse en blanco. Por no hablar de las habilidades neuronales directamente inconscientes como las que mantienen los latidos del corazón, el parpadeo o avisan con el hambre y la sed y el sueño que hay que comer, beber, dormir...
Pero detengámonos en las habilidades adquiridas. ¿Quién las construye? El pensamiento, auténtico mouse del cerebro, deposita cada día capas de voluntad visualizada que desarrollan neuronas que empiezan a trabajar en un sentido concreto. Con la redundancia, las conexiones interneuronales específicas de este proyecto van multiplicándose, remultiplicándose, siempre conectadas entre ellas así como con el resto del sistema cerebral global. Todos los días pensando cómo nadar, escuchando instrucciones, nadando, volviendo a intentarlo, imaginando los movimientos, repitiendo el pensamiento, repitiendo la voluntad de hacerlo. Y finalmente un día ya se sabe nadar, y la zona neuronal sigue trabajando y cada vez se nada mejor, y se sigue entrenando la mente y el movimiento y el estilo y la forma física... y quién no sabía nadar hace un par de años hoy empieza a ganar competiciones de natación. La zona de habilidad específica se ha desarrollado con este uso y ahora funciona al cien por cien.
Cualquier proyecto que imagine la mente humana puede ser diseñado en la imaginación y luego implementado en el mundo real. Bastará un pensamiento definido y sostenido en el tiempo que irá creando la zona de habilidad cerebral que se ocupará de ello. Luego, un esfuerzo físico también sostenido deberá seguir si es que se quiere pasar este objetivo, de la mente, a la realidad física.
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