Podríamos imaginarnos una gran lámina en blanco donde tú puedes escribir y dibujar lo que quieras. Pero esto no va así. La capacidad cognitiva potencial del cerebro de tu hij@ no es una lámina en blanco, sino más bien un globo deshinchado donde ya vienen dibujados millones de unidades modulares unidas levemente por un cableado elemental pero organizado. Como madre/ padre tienes la responsabilidad de criar a tu hij@ y para ello tienes una estrategia lúcida de cuidados, comidas, higiene y educación, para hacer de él/ella una persona civilizada. Pero, ¿has pensado en cómo desarrollar su mente? Tendremos que hinchar ese globo y, al hacerlo, se va a crear espacio, cada vez más espacio entre las unidades modulares o núcleos de neuronas, casi del mismo modo que cuando en el origen del universo, en el Big Bang inicial, hubo primero un proceso inflacionario súbito del espacio sobre el que luego las partículas y los átomos empezaron a combinarse entre ellos para producir materia.
La progresión de este desarrollo tiene lugar, en un 90%, en el periodo 0-7 años, y empieza a partir del mes siete del embarazo. El bebé siente y oye como un ser humano y no es para nada ajeno a su entorno, que puede ser hostil, neutro o acogedor. Acogedor es un ambiente de caricias y cariños entre los padres; música lírica suave; palabras de amor y comentarios acerca de con qué ilusión el bebé es deseado; espacio libre de ruidos agresivos, atmósfera de tranquilidad en el hogar y ausencia de angustias, temores o estrés negativo.
Luego, cuando el bebé ha nacido, se inicia una época donde el factor principal para el desarrollo cerebral va a ser el cariño. La inteligencia emocional del bebé es la primera que fluye, y ahí deberá encontrar respuesta en forma de un amor visceral la madre principalmente. Pero no solamente. Las caricias del padre en forma de besos, abrazos, sonrisas y juegos son básicas para este desarrollo emocional. Una serie de ejercicios de movimiento (levantarle los dos brazos a la vez, doblarle las piernas, etc.) le estimulan a adquirir conciencia de su cuerpo. Más tarde, los ejercicios de traslación le harán entender la relación de su cuerpo con el espacio circundante.
La siguiente etapa consiste en la producción de estímulos. Cada vez que el niñ@ recibe un estímulo nuevo (por ejemplo hablarle en forma de susurro o poner dos canciones infantiles en dos idiomas diferente), en su cerebro se construyen nuevas conexiones neuronales o se refuerzan las ya existentes, y se va ocupando la superficie cognitiva inflacionada que habíamos empezado a crear con la música y las palabras de amor. La música lírica debería seguir sonando como cosa habitual, porque genera una pátina envolvente de las emociones primero, y de los sentimientos después.
Vamos a hablarle a la criatura de forma absolutamente natural, sin entonaciones ridículamente infantiles ni palabras o sonidos estúpidos. No hay que escoger palabras pretendidamente fáciles para que las entienda. Los bebés entienden muchísimo más de lo que se cree y, su red neuronal va estableciendo una conectómica apropiada para la adquisición del lenguage. Su capacidad de verbalización futura estará muy relacionada con el hecho de haberle hablado de forma natural y amplia cuando era bebé. Y, poco a poco, como un milagro, el niñ@ empieza a hablar. En el caso de bilingüismo, se observa (personalmente, con pasmo) que ese infante habla y diferencia un idioma de otro. Esto es especialmente importante, porque los bebés bilingües desarrollan dos patrones neuronales paralelos, uno para cada idioma. Esta duplicidad ocupará más superficie cognitiva y aumentará, por tanto, la inteligencia global del individuo (cuanto más aprendes, más puedes aprender) Según estudios recientes de la neurociencia, las personas bilingües tardan de media cinco años más en desarrollar Alzheimer (si lo desarrollan).
Cuando los niños crecen en un ambiente feliz (hogar + familia no conflictiva), los sentimientos positivos que envuelven su cerebro forman una plataforma mayor sobre la que acumular conocimiento y la mente crece. La inteligencia no es global, como antiguamente se creía, sino que se especializa en concretos talentos que se desarrollan en función de muchos factores: genético-hereditarios, feed-back del entorno, medios de comunicación, imitación de modelos de comportamiento observados, cultura local, universo digital...
Alrededor del año 2000, el psicólogo americano Howard Gardner propuso el concepto de las inteligencias múltiples, acotando lo que ya mucha gente sabía intuitivamente: que hay muchas formas de inteligencia; que se puede ser muy apto para hablar idiomas y muy lerdo para las matemática o al revés. Que hay gente que vale para una cosa y para otra no. El tema es muy complejo. Así pues, estaríamos hablando de siete inteligencias básicas que como padres deberíamos estar atentos y observar en nuestr@ hij@, que son según Gardner:
1. VISUAL- ESPACIAL: capacidad de visualizar objetos, situaciones y recuerdos en la mente
2. LINGÜÍSTICA: capacidad de verbalizar, aprender idiomas, escribir, redactar
3. LÓGICO-MATEMÁTICA: capacidad de deducir, de concluir, de llegar a resultados, abstracción
4. MUSICAL: tener oído, tener ritmo, saber bailar, disfrutar de la música
5. NATURALÍSTICA: capacidad de relacionarse con la naturaleza, seres vivos, animales, plantas
6. INTERPERSONAL: capacidad de relacionarse con los demás, sociabilidad, empatía
7. INTRAPERSONAL: capacidad de relacionarse con un@ mism@, reflexión, meditación, autodiálogo
Howard Gardner
Alrededor de los dos años (y a veces incluso antes), ya es posible constatar la aparición de los primeros talentos a través de las habilidades del niñ@, y es el momento de dirigir los estímulos en esa dirección. Es preciso establecer un programa gradual más o menos sistemático, porque cualquier forma de estímulo debe facilitarse siempre pausadamente y en formato de juego. La simulación es el canal. Establecer situaciones relacionadas con lo que se pretende para representarlas jugando.
Una señora andaba un día por la calle con su hijo de siete años, y se encontró con el antiguo monitor del parvulario a dónde había ido el niño de pequeño.
-¿Qué tal, señora, cómo anda el niño? -preguntó.
-Pues no sabría bien qué decirle -contestó la señora. Es un niño muy raro. Por ejemplo: ha sacado un cero en cálculo matemático y un diez en dibujo.
-¿Y qué va usted a hacer?
-Bueno, había pensado en ponerle un profesor particular de matemáticas.
-De matemáticas no, señora! De dibujo! De dibujo! -espetó el profesor.
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