El humorista Eugenio explicaba un chiste que era más o menos así:
Un hombre llama al interfono de una casa de pisos a las tres de la madrugada:
-¿Sí? -contesta una voz malhumorada.
-La nieve ha llegado esta noche a Chamonix -dice el hombre en el interfono.
-El espía vive en el 5º, gilipollas -grita el vecino.
Este pequeño monumento a la chapucería ilustra a la perfección por qué la mayoría de las cosas funcionan mal en nuestras sociedades modernas. La profesionalidad no es nada que pueda improvisarse. Hay que estudiarla, hay que aprenderla, hay que practicarla, hay que vivirla. Hay que serla. Y también hay que aprender a tener un grado de dedicación y amor a lo que se hace digno de un profesional. De hecho, antes se pensaba que era imposible ser un buen profesional haciendo algo por lo que no se tuviera auténtica vocación.
Con la gran diversificación primero y la general falta de trabajo después, ya no queda tan claro. Y sin embargo la profesión, en las sociedades donde existe una cultura del trabajo, ha sido desde siempre una verdadera prolongación de la identidad de la persona. Todavía hoy, en los países escandinavos, se conserva la antigua costumbre de encabezar una carta o escrito formal con el título profesional y luego el nombre de la persona: Sr. arquitecto J. Jensen o Sra. periodista U. Anderson. Y, que yo sepa, nunca nadie se da de menos de su profesión, por humilde que ésta sea, puesto que existe una conciencia aprendida en la escuela de que todas las profesiones u oficios son necesarios para que una sociedad funcione. Un día vi una carta dirigida al "Sr.entrenador de jinetes E.Rasmussen". Curioso, ¿verdad? Pues es que ésa era de siempre su profesión y así él lo comunicaba, orgullosamente.
Hace años existía una palabra estupenda para designar estas mecánicas: oficio. Hoy día, un oficio se interpreta como un trabajo manual artesano, dejando en general el concepto "profesión" para labores menos manuales como informátic@, médic@ o economista. Personalmente encuentro más exacto "oficiar" una actividad que "profesarla", porque puede haber en la vida muchas cosas que se profesan pero no se ofician. Pero ya veo que es hilar demasiado fino. Además, como actualmente la gente cambia mucho de ocupación y estos trabajos no coinciden para nada con una supuesta profesión, han ido aflorando eufemismos como por ejemplo ¿cuál es su actividad laboral? o ¿de qué trabajas? Probablemente en nuestras sociedades actuales tan tambaleantes tengamos que conformarnos con simplemente respetar como profesional a quien cuida y vigila todos los detalles de su trabajo; a quien tiene somatizados los entresijos de su actividad y ha desarrollado una vocación de servicio a la colectividad, lo que no es poco. Pero, ¿conoce usted mucha gente así?
Una vez, en el downtown de San Diego, California, me encontraba hurgando entre las prendas de montaña de una gran tienda de deportes. Un dependiente se me acercó y, amablemente, me preguntó si podía ayudarme. Le dije que sólo estaba mirando. Claro, dijo. Si me necesita estaré allí. Señaló. (me gustó esto: nada de presión pero dispuesto para la acción) Al rato encontré una preciosa chaqueta tres cuartos de las de "leñador de bosque", típicamente americana aunque nada chillona. Me la probé y me venía pequeña. Miré en dirección al vendedor y allí estaba él poniéndose en marcha. Necesitaría una talla más, le dije, ¿la tiene?
La tendré mañana por la mañana. No puedo pasar mañana. Se la llevaré a su hotel. Estaré en al aeropuerto, me voy a las dos. Se la llevaré al aeropuerto (el aeropuerto de San Diego está muy cerca del centro de la ciudad) Así quedamos. Al día siguiente allí estaba él, en el aeropuerto, con la chaqueta. Me venía bien. Usted debe ser el dueño de la tienda, ¿verdad? -pregunté. No, soy sólo un vendedor que trata de hacer bien el trabajo por el que me pagan. Bien, si algún día monto una empresa me gustaría tener un empleado como usted, le dije, admirado. Ésta es mi tarjeta, -repondió. Hágame una oferta si llega el caso. Gracias.
La presencia de un auténtico profesional me emociona, porque veo en él/ella como sería la sociedad si todos, independientemente de la actividad, trabajáramos a este nivel. Lo que suele ocurrir hoy en día es justamente lo contrario (les dejo que adivinen en qué país sucede lo que sigue):
-Buenos días
-(silencio)
-Estoy buscando una batería para esta cámara de vídeo. Es de las de cinta; tiene unos diez años pero funciona bien. Con una batería nueva seguro que seguiría funcionando muy bien.
-No tenemos baterías para cámaras tan antiguas.
-¿Y usted sabe dónde podría encontrar una?
-No, no creo que la encuentre. (sonrisita sardónica) Todo este tipo de material está obsoleto y descatalogado. Ya nadie usa cámaras así.
-Porque... comprar una cámara nueva de estas digitales que tienen ahí...¿son muy caras?
-De menos de 300 euros no se las recomiendo...
-Bueno pues...no sé. Ya me lo pensaré. Disculpe la molestia.
-No es molestia (sonrisita sardónica)
-Pues lo parece (muevo la cabeza)
Después de este último comentario mío la vendedora pone cara de "qué tío más raro" y yo me largo de la moderna tienda intentando sacudirme mentalmente la polvareda negativa que me han echado encima. Está claro que esta vendedora es muy poco profesional, pero aún más lo es su jefe, que es quien debería haberla instruído sobre qué se espera de ella en este puesto de trabajo. Pienso también que hay gente que tiene merecida la crisis.
Una mente profesional ha de educarse, y es la base para la construcción de un futuro próspero tanto a nivel individual como colectivo. No entender esto es derrumbar las oportunidades antes de que se presenten, gastar energías del tiempo productivo en deshacer mal funcionamientos, ser atendido por personas equivocadas... y, sobretodo, no haber aprendido a asumir compromisos y responsabilidades, que son la base del funcionamiento de los mecanismos del progreso social. La nobleza de los oficios viene dada por los destinatarios de esa profesionalidad: los alumnos, los clientes, los pacientes que, poniéndose en manos de un@ noble profesional sienten la inmensa tranquilidad de ver su necesidad satisfecha, de ver sus inquietudes desaparecer, de ver solución silenciosa a aquello que, por sí mismos, no podían ni les competía resolver.
CITAS:
La calidad nunca es un accidente; siempre es el resultado de un esfuerzo de la inteligencia. (John Ruskin, escritor británico del siglo XIX)
La propaganda desvirtúa el producto que, vendido a voces, pierde el silencio de su calidad (Juan Benet, escritor español del siglo XX)
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