A menudo me preguntan si yo creo que la fe cristiana es compatible con el desarrollo de la mente y de la inteligencia en general. La respuesta es que sí, desde luego, aunque yo personalmente soy agnóstico. Y sin embargo me encanta la Navidad con toda su parafernalia de luces y emociones; me enternece ver brillar de ilusión los ojos de los niños: es maravilloso conservar las tradiciones que pertenecen a la cultura de uno, la que nos identifica y nos hace crecer como pueblos diferenciados. Literariamente, la historia de un dios materializándose en un precioso bebé nacido para iluminar las mentes de los humanos es el más bonito de los relatos. Nacido de una virgen ¿por qué no? El propósito de la literatura es explicar historias maravillosas que nos elevan la mente y nos hacen soñar. Me encanta mirar belenes. ¿Hamlet fue un personaje real? No lo sé pero puedo afirmar que, paseando por el castillo de Kronenborg y atisbando por las ventanas el Öresund, he sentido su presencia en las cámaras reales. El niño Jesús es un personaje fascinante que transporte una enorme cantidad de energía. Real y fictício a la vez.
La fe o las creencias en general, si no son fanáticas, son elementos muy positivos para la mente, que construye gracias a ellas una especie de islas de paz donde refugiarse. Da lo mismo si son reales o no ¿a quién le importa eso? Son reales para aquellos que creen en ellas, e irreales para los que no. La neurociencia insiste sobre el hecho que el cerebro pone en marcha los mismos mecanismos neurológicos tanto cuando está frente a un hecho real que cuando está ante uno imaginado. Por otra parte ¿quién puede afirmar qué es de verdad real? La existencia misma del mundo material es percibida por el cerebro de modo indirecto, puesto que todas las percepciones le llegan filtradas e interpretadas por los sentidos, que como sabemos son bastante poco fiables (un gato oye una gama de sonidos superior en un setenta por ciento a la del ser humano; un búho ve un cien por cien más que un ser humano, etc. etc.) Einstein demostró que la concepción del tiempo y del espacio de la comunidad científica de la época era errónea. Hay millones de personas que creen que el hombre nunca ha llegado a la luna. Costó siglos convencer a la humanidad de que el planeta es redondo.
Lo del año 2012 tiene gracia: lo damos por universal sin discusión, y sin embargo en China estarán en el año 4710; en los países árabes en 1433; en el Tibet en 2139...sin contar que, en el calendario Maya, éste es el año del fin del mundo y con fecha concreta: 21.12.2012 (sospechosamente muchos unos y doses, ¿verdad?). Su calendario simplemente se acaba.
Todas estas fechas tienen su origen en acontecimientos que han marcado el inicio de unas civilizaciones determinadas, y suenan bastante ridículas si se plantean en relación a la propia edad del planeta que debe andar por algo así como el año 4.400.605.324 Qué le vamos a hacer. Los seres humanos somos antropocéntricos y fue divertido pensar, por ejemplo, que el universo iba a notar la tan sonada llegada del año 2000, donde los ordenadores habían de colapsarse y la galaxia estremecerse...Pues bien: vamos a divertirnos ahora con la llegada de este año de 2012 para las finanzas tan apocalíptico, y para la mente libre tan generador de oportunidades que aprovechar. No sé cuántos goles vamos a marcar, pero es seguro que chutaremos sin parar ¿no es cierto?
La fe o las creencias en general, si no son fanáticas, son elementos muy positivos para la mente, que construye gracias a ellas una especie de islas de paz donde refugiarse. Da lo mismo si son reales o no ¿a quién le importa eso? Son reales para aquellos que creen en ellas, e irreales para los que no. La neurociencia insiste sobre el hecho que el cerebro pone en marcha los mismos mecanismos neurológicos tanto cuando está frente a un hecho real que cuando está ante uno imaginado. Por otra parte ¿quién puede afirmar qué es de verdad real? La existencia misma del mundo material es percibida por el cerebro de modo indirecto, puesto que todas las percepciones le llegan filtradas e interpretadas por los sentidos, que como sabemos son bastante poco fiables (un gato oye una gama de sonidos superior en un setenta por ciento a la del ser humano; un búho ve un cien por cien más que un ser humano, etc. etc.) Einstein demostró que la concepción del tiempo y del espacio de la comunidad científica de la época era errónea. Hay millones de personas que creen que el hombre nunca ha llegado a la luna. Costó siglos convencer a la humanidad de que el planeta es redondo.
Lo del año 2012 tiene gracia: lo damos por universal sin discusión, y sin embargo en China estarán en el año 4710; en los países árabes en 1433; en el Tibet en 2139...sin contar que, en el calendario Maya, éste es el año del fin del mundo y con fecha concreta: 21.12.2012 (sospechosamente muchos unos y doses, ¿verdad?). Su calendario simplemente se acaba.
Todas estas fechas tienen su origen en acontecimientos que han marcado el inicio de unas civilizaciones determinadas, y suenan bastante ridículas si se plantean en relación a la propia edad del planeta que debe andar por algo así como el año 4.400.605.324 Qué le vamos a hacer. Los seres humanos somos antropocéntricos y fue divertido pensar, por ejemplo, que el universo iba a notar la tan sonada llegada del año 2000, donde los ordenadores habían de colapsarse y la galaxia estremecerse...Pues bien: vamos a divertirnos ahora con la llegada de este año de 2012 para las finanzas tan apocalíptico, y para la mente libre tan generador de oportunidades que aprovechar. No sé cuántos goles vamos a marcar, pero es seguro que chutaremos sin parar ¿no es cierto?
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