Si alguien piensa que las dificultades con las que tiene que luchar o el nivel de lo que le exige la vida son excesivos; si alguien todavía duda de la capacidad de la mente humana para conseguir lo que quiere; si alguien sufre por las calamidades a las que debe enfrentarse, o no se ve con energía para afrontar la tragedia o la soledad, es conveniente que se fije en el hombre de la fotografía y sopese la posibilidad de tomarle como modelo de comportamiento. Porque él es un gran campeón. Porque él es un líder en uso de su inteligencia. Me declaro rendido admirador de aquellos políticos -pocos- que han sido capaces sólo con su mente y su trabajo, sólo con la fuerza que da sentirse al lado de la verdad y de la voluntad popular, sin revoluciones violentas y con total serenidad y estoicismo, liberar a millones de ciudadanos oprimidos, restaurar la justicia, y hacer que el bienestar y la libertad les alcance. En el siglo pasado, paralelamente a jefes de gobierno paranoicos y delirantes, agresivos, chillones, incompetentes o fatuos ha habido varios líderes así, y el mundo en su globalidad cambió y dió un paso adelante gracias a ellos. Grandes campeones, sus victorias sobre el odio y la intolerancia han sido las de todos nosotros.
Personalmente pienso en Mandela, Gorvatxov, Kennedy y Gandhi, que a pesar de sus errores políticos, lograron mejorar efectivamente el mundo de la segunda mitad del siglo XX, y muchos millones de personas fueron liberadas de su situación de opresión después de los disparates apocalípticos de las guerras mundiales, del apartheid, del colonialismo, de la discriminación racial y de la conculcación de los derechos humanos. Ya sé que queda una inmensidad por hacer, pero no es menos cierto que estos cuatro políticos consiguieron cambiar para bien el destino de muchísimos seres humanos: el desmontaje del régimen soviético, el fin del apartheid en Sudáfrica, la ley de derechos civiles en Estados Unidos, la independencia de la India. Dos de ellos murieron, cómo no, asesinados.
Nelson Mandela es mi campeón favorito. Mi admiración por él viene, no sólo de su capacidad de lucha y su resistencia frente a las adversidades (como pasarse ventisiete años en la cárcel dirigiendo el movimiento pro igualdad de derechos), sino precisamente por la increíble fortaleza mental que se requiere para no perder de vista los objetivos que se persiguen, años y más años inmovilizado entre paredes, no sabiendo si tus camaradas siguen confiando en tí o tu mujer y tus hijos todavía te quieren o piensan en tí. Y más: haber ganado la lucha desde la prisión, con el presidente del país pidiéndote por favor si querrías negociar, y hacerlo en el despacho presidencial vestido de presidiario pero con tal nivel de dignidad y carisma que las personas allí reunidas comprenden en seguida que están en presencia del próximo presidente de una Sudáfrica democrática e igualitaria.
Es muy buena idea tener un campeón@ o ídolo del que imitar el oficio. No es necesario que sea un personaje histórico de abasto mundial; muchas veces puede tratarse de alguien próximo o incluso de un familiar. Del mismo modo que si se quiere aprender a esquiar debería mirarse sistemáticamente sólo a los que esquían bien (el subconsciente tiende a marcar patrones automáticos de comportamiento a partir de los modelos que se le proponen regularmente), un artista o empresari@ o profesional o estudiante debería encontrar un admirad@ imitable a partir del cual ir construyendo el proyecto propio. Luego, cuando ya se ha levantado el vuelo, se puede buscar uno mejor o empezar a ser modelo para otros, especialmente jóvenes. Así se suceden las generaciones de profesionales y así se constituye el progreso según creo.
Y el señor Mandela, ahora retirado, sigue disfrutando a sus noventa y tres años del respeto universal y del agradecimiento de tanta gente que le debe su libertad. Conserva la elegancia y su tremendo carisma. Su antigua cárcel es un museo que cada año miles de sudafricanos y personas de todo el mundo visitan con reverencia.
links:
www.biografiasyvidas.com/biografia/m/mandela.htm
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