En el título, la palabra suerte está empleada en el sentido de destino. Para canalizar un destino en la dirección deseada (conseguirlo será buena suerte), existen históricamente dos fórmulas que ahora refundiremos en una única.
Para las filosofías orientales la fórmula secreta ha consistido desde siempre en la mentalización de los objetivos materiales o espirituales que, a través de la meditación y de la oración tántrica, teóricamente acaban especificándose en la realidad deseada (filosofía soñadora)
Para las filosofías occidentales la fórmula secreta ha consistido desde siempre en el trabajo duro, sin concesiones, la analítica, la planificación, la estrategia, la competitividad y la lógica de trabajo, conceptos que teóricamente acaban materializando una realidad más próspera (filosofía trabajadora)
Pues bien: ambas fórmulas son correctas pero insuficientes por sí solas. Se trata de implementar las dos a la vez. Podemos explicitarlo de forma ilustrativa:
DE NOCHE SUEÑAS LO QUE QUIERES CONSEGUIR
DE DÍA TRABAJAS PARA CONSEGUIRLO
Hay que hace ambas cosas a la vez porque si sólo sueñas serás un soñador, y si sólo trabajas serás un trabajador, y ni los soñadores ni los trabajadores acostumbran a conseguir jamás nada.
Es evidente que para que esta formulación funcione hay que aplicarla repetidamente sobre un periodo de tiempo suficiente. Los objetivos deben estar muy clara y sencillamente formulados y ser fáciles de visualizar y no estar mezclados con otros suplementarios. No hay que ser aleatorio en el soñar ni en el trabajar, ni perder de vista el destino final de los propósitos. No hay que encaminar los esfuerzos en una dirección excesivamente modificada durante el trayecto. No hay que aflojar en ningún momento.
Estas técnicas son especialmente potentes cuando un grupo de trabajo con un mismo objetivo concentra todas las mentes y todos los brazos en una misma dirección. De hecho no existen límites a la fuerza combinada de las mentes humanas sobre un mismo objetivo, y casi todos los logros importantes de la humanidad son el resultado de esta sinergia de voluntades, de trabajo y de ensoñación. Así funciona la fábrica de la buena suerte: imaginación + transpiración.
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