No sé a qué célebre psiconeuróloga le preguntó un día un periodista si consideraba que el cerebro del hombre y el de la mujer tenían la misma capacidad cognitivo-intelectiva, y ella contestó: "sí, creo que las mujeres y los hombres somos igual de tontos".
El cerebro de las personas es una masa amorfo-gelatinosa que se moldea permanentemente y va cambiando con la educación, la información, el conocimiento, la cultura, las emociones, los sentimientos y... el propio pensamiento. Todo lo que hacemos acaba esculpiendo una masa cerebral propia que nunca es definitiva porque seguimos viviendo, actuando, pensando, hasta que morimos.
¿Piensan igual las mujeres y los hombres? Por supuesto que no. Basta ver el comportamiento de un niño y de una niña criados en la misma familia y bajo las mismas circunstancias socio-afectivas para constatar las diferencias. Pero es que todas las personas piensan de modo diferente, y por ello no hay dos cerebros iguales en todo el planeta. La comparación cerebro masculino-cerebro femenino tiene en general el mismo sentido que comparar la estructura estelar interna de dos galaxias cósmicas compuestas por cien mil millones de soles cada una. La combinatoria es infinita; el resultado bastante similar.
Queda claro que hombres y mujeres usan a menudo distintas áreas del cerebro en el tratamiento de las mismas cosas, así que los resultados pueden presentarse bajo diversas ópticas. También es posible encontrar pautas generalistas que caracterizan comportamientos masculino o femenino. Por ejemplo: después de hacer el amor, la mayoría de los hombres (fuma y después) se duerme. La mayoría de las mujeres, al contrario, entran en actividad: se duchan, se peinan, planchan ropa, frien huevos... Son sólo pautas reconocibles y en este caso divertidas: por supuesto hay muchos hombres que no fuman y muchas mujeres que se duermen. Sin embargo...
Hay quien opina que estos comportamientos distintos forman parte de un material heredado producto de siglos de culturas que los implantaron como automatismos en los genes. Y todavía hay algunos científicos empeñados en demostrar que los cerebros de ambos son morfológicamente diferentes. Pero los neurocientíficos actuales parecen estar más de acuerdo en la influencia de las hormonas sobre la materia cerebral, que condicionando y modificando con su presencia de algún modo las redes neuronales locales acaban conduciendo frecuentemente a conclusiones mentales distintas.
El hombre sufre durante su vida los efectos de la testosterona, que ya en el cuarto mes de vida intrauterina ha determinado la masculinización del cerebro, y que es un elemento que confiere la agresividad necesaria para conquistar territorios y procrear. Acaba siendo víctima de esta misma substancia (agresiva también con el propio metabolismo) y por ello vive menos. El metabolismo de la mujer se encuentra bajo la protección de los estrógenos (que determinan también la femeneidad del cerebro en el mismo momento) y vive más para proteger la presencia de la especie. Es evidente que estas identidades hormonales gestionan la mentalidad de los sexos y actúan sobre los automatismos de comportamiento. Ahora bien: la mente humana, en la medida que tiene capacidad decisoria (tanto más si ha sido educada en amor y en libertad) puede, a través de la voluntad, reprogramarse, controlar sus instintos, tomar decisiones inteligentes, disfrutar o sufrir con sus sentimientos y acceder a niveles superiores de pensamiento, independientemente del sexo que la alberga. Cada uno puede tomar su propio camino. La capacidad intelectiva jamás se ve condicionada por el género de la persona. La morfología cerebral de hombres y mujeres es la misma, aunque la identidad sexual pueda activar, reforzar y desarrollar ciertas zonas.
Hoy en día se suele establecer la inteligencia cerebral repartida en tres funciones generales, que son la inteligencia generadora, la inteligencia emocional y la inteligencia decisoria o ejecutiva. Cada cerebro las tiene en mayor o menor grado. Nadie sabe si las mujeres o los hombres tienen más de ésta o de aquella, porque no es ésta la división. Lo que aparece cada día como más claro es la inteligencia emocional positiva o benéfica como motor de los otros dos niveles. Y el último de los descubrimientos: todos los niveles son mejorables.
¿Y qué pasa con los deseos y las motivaciones? Pues que suelen ser bien distintos para mujeres y hombres.
Y con ello las conductas. Así pues cerebros iguales, pero sometidos a dictaduras hormonales distintas. Pero qué bonito es que las conductas sean distintas, ¿no es cierto? Gracias a ello pueden existir juegos tan divertidos como la caballerosidad, el glamour, la elegancia, las maneras o la femeneidad. Palabras que entiende cualquier humano y que resultaría difícil traducirle a un extraterrestre.
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